Jesús de Nazareth III: familia



Entradas relacionadas: 

¿Existió Jesús?

Los evangelios I: introducción a los evangelios

Los evangelios II: el problema sinóptico

Los evangelios III: autores y composición

Jesús de Nazareth I: nacimiento

Jesús de Nazareth II: el plan


    Los evangelios de Mateo, Lucas y Juan coinciden en que los padres de Jesús se llamaban María y José, pero el evangelio de Marcos, el más antiguo de los cuatro, sólo afirma que Jesús era “el hijo de María”:

    "Y salió de allí. Llega a su tierra y le siguen sus discípulos. Y cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; y muchos oyentes, al oírlo, estaban pasmados, diciendo: ¿De dónde le vienen a éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que éste ha aprendido, para que unos prodigios así se realicen por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón?¿Y no están sus hermanas aquí con nosotros? Y estaban escandalizados de él" (Marcos 6: 1-3).

    Este detalle resulta llamativo, pues en una sociedad patriarcal como la judía del siglo I lo habitual era identificar a una persona por el nombre de su padre, no por el de su madre. De hecho, en todo el evangelio de Marcos no se menciona a José en ninguna ocasión.

    La explicación tradicional a esta anomalía es que, cuando Jesús comenzó su ministerio, José ya había muerto. Sin embargo, entre los judíos de la época era normal seguir haciendo referencia al padre incluso si ya había fallecido.

    Algunos sostienen que la razón de esta ausencia es que, dado que María habría concebido a Jesús siendo virgen, no tendría sentido que los vecinos de Nazareth (o el propio Marcos) lo vincularan con José. No obstante, en el pasaje de Marcos 6:1-3 los habitantes del pueblo se sorprenden de que Jesús predique porque lo consideran un don nadie, algo que difícilmente ocurriría si supieran que su concepción fue milagrosa. Y, por otra parte, el evangelio de Marcos no menciona en ningún momento dicho milagro.

    Otra posible explicación es que el padre de Jesús no fuera conocido, es decir, que se tratara de un hijo nacido fuera del matrimonio. Existen leyendas judías posteriores que afirmaban que Jesús era hijo ilegítimo de un soldado romano llamado Panthera, nombre que probablemente esté relacionado con la palabra griega parthenos (“virgen”). En este sentido, la frase de los fariseos en Juan 8:41 (“no somos hijos ilegítimos”) podría interpretarse como un insulto sarcástico dirigido a Jesús, aludiendo a rumores ya existentes de que José no era su verdadero padre.

    Una última hipótesis es que María y José hubieran estado divorciados, lo que quizá ayudaría a entender el rechazo de Jesús al divorcio. Con todo, la explicación más probable es que Marcos simplemente desconociera el nombre del padre de Jesús, tal vez porque había muerto mucho tiempo antes y no tuvo ningún papel relevante en la comunidad cristiana primitiva.

    Aun así, es probable que José muriera cuando Jesús era joven. Siguiendo la costumbre de la época, es posible que José fuera considerablemente mayor que María al casarse, y que falleciera mucho antes de que Jesús iniciara su vida pública. Su ausencia debió de marcar de forma profunda la juventud de Jesús, quien probablemente echó de menos a su padre durante el resto de su vida. Tal vez por eso compara con frecuencia a Dios con un padre amoroso que cuida de sus hijos, o presenta en sus parábolas figuras paternas siempre benevolentes: desde el padre indulgente de la parábola del hijo pródigo (Lucas 15) hasta el padre que da buen pan a sus hijos (Mateo 7:9). A esto se suma que la fórmula íntima y familiar que Jesús empleaba para dirigirse a Dios (Abbá, “papá” en arameo) no tiene precedentes en las oraciones judías anteriores. Desde una perspectiva psicológica, es posible que Jesús proyectara en Dios la imagen de un padre idealizado y ausente, como forma de compensar una intensa sensación de orfandad y abandono.

    La relación con María, en cambio, parece haber sido mucho más distante. Apenas aparece en los evangelios más allá de los relatos sobre el nacimiento de Jesús, y vuelve a mencionarse únicamente durante la crucifixión, cuando se encontraba en Jerusalén, probablemente porque había acudido a la celebración de la Pascua, al igual que el grupo de Jesús y muchos otros peregrinos judíos.

    Esa aparente frialdad entre ambos no impidió que surgiera pronto un culto a María por el simple hecho de ser la madre de Jesús, culto que con el tiempo llegaría a eclipsar, en algunos ámbitos, la veneración al propio Jesús. Este proceso comenzó ya en vida del nazareno, quien, según los evangelios, intentó detenerlo de forma inmediata:

    Se dio el caso de que, cuando él decía esto, una mujer del público, levantando la voz, le dijo: ¡Feliz el seno que te llevó y los pechos a los que te criaste! Pero él dijo: Felices, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la guardan". (Lc 11: 27-28).

    Curiosamente, la adoración a una figura de diosa madre está presente en prácticamente todas las culturas y religiones del mundo. La razón última de este fenómeno podría estar relacionada con un mecanismo psicológico profundo: el papel protector que una madre (aunque sea simbólica) evoca en lo más hondo de nuestra psique. No es casual que diversos estudios hayan señalado que, en sus últimos momentos, la mayoría de las personas llaman a sus madres.

    En cualquier caso, y por si quedara alguna duda sobre la frialdad en la relación entre María y su hijo, el evangelio de Marcos muestra con claridad que Jesús llega a rechazar a su madre y a sus hermanos durante su predicación:

    “Y llega su madre, y sus hermanos; y quedándose afuera lo mandaron llamar. La gente estaba sentada alrededor de él; y le dicen: mira, tu madre y tus hermanos te buscan fuera. Y les responde así: ¿quién es mi madre y mis hermanos? Y dirigiendo en torno su mirada a los que estaban sentados en corro alrededor de él, dice: ahí tenéis a mi madre y a mis hermanos. Pues el que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y hermana, y madre". (Marcos 3: 31-35).

    Casualidad o no, este gesto de repudio recuerda a las palabras de Deuteronomio 33:9: “y el que dijo de su padre y de su madre: ¡no los he visto! y a sus hermanos no reconoció”. Tal paralelismo fue interpretado, claro está, como una confirmación más del mesianismo de Jesús.


Oficio de José


    Otra cuestión no exenta de debate es la del oficio de José. En realidad, el evangelio de Marcos no dice que José fuera carpintero, sino que lo era Jesús: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María?” (Mc 6:3). El autor de Mateo, consciente de que resultaba extraño que Marcos no identificara a Jesús por el nombre de su padre (como era costumbre en la Palestina del siglo I), resolvió el problema a su manera: modificó la frase para decir “¿No es este el hijo del carpintero?” (Mt 13:55). Es cierto que, en un entorno donde los hijos solían heredar el oficio paterno, tanto José como Jesús pudieron dedicarse a la carpintería; sin embargo, la tradición más antigua (la de Marcos) señala que Jesús, y no José, ejercía ese oficio.

    Resulta curioso que la palabra aramea para “carpintero”, naggar, se utilice en el Talmud para designar a un hombre erudito o muy versado en la Torá. Aparecen expresiones como: “Esto es algo que ningún carpintero, hijo de carpintero, puede explicar” (pYeb 9b; pKid 66a) o “no hay ningún carpintero, ni hijo de carpintero, para explicarlo” (bAZ 50b). Ignoramos si estas fórmulas ya estaban en uso en la Palestina del siglo I, pero si así fuera, “carpintero” podría no indicar el oficio literal de Jesús, sino su reputación como hombre sabio y letrado en la ley judía. Pero como en Marcos el término aparece en boca de sus paisanos de Nazaret precisamente para rebajarlo, sorprendidos de que un simple carpintero conociera tan bien las Escrituras, esta hipótesis resulta bastante inverosímil.

    Aún así, es poco probable que un carpintero tuviera gran futuro en una Galilea donde la madera era escasa, y en realidad la palabra que usa Marcos para la profesión de Jesús es τέκτων (téktōn), que no solo significa “carpintero”, sino también “albañil” o “constructor” en sentido amplio, oficios que en aquel tiempo correspondían a una clase media, no baja (como el de carpintero, por cierto). Cabe recordar que la ciudad de Séforis, situada a unos seis o siete kilómetros al noroeste de Nazaret (a poco más de una hora de camino), fue reconstruida precisamente en los años que coinciden con la niñez y juventud de Jesús, tras haber sido destruida por los romanos en el año 4 a.C. como represalia por una revuelta judía. Es muy posible, por tanto, que Jesús aprendiera el oficio de constructor de su padre mientras ambos trabajaban en las obras de reconstrucción de Séforis, levantando viviendas y otros edificios.

    En apoyo de la idea de que Jesús fuera más bien un albañil o constructor, está el hecho de que recurra con frecuencia a metáforas vinculadas a la edificación en sus enseñanzas. Así, compara al hombre prudente que edifica su casa sobre roca con el necio que la levanta sobre arena (Mateo 7:24-27); cita la “piedra desechada por los constructores” que llega a ser la piedra angular (Marcos 12:10-11); o habla de la torre cuya construcción exige calcular previamente los gastos, para evitar el riesgo de no poder terminarla tras haber puesto los cimientos (Lucas 14:28-30).


Hermanos


    El hogar de Jesús no se limitaba a sus padres. Como ya hemos visto, según Marcos Jesús tenía al menos seis hermanos, cuatro varones (Santiago, José, Simón y Judas) y un mínimo de dos hermanas cuyos nombres no se mencionan. 

    La palabra griega que emplea Marcos, adelphos (“del mismo útero”), significa literalmente “hermano carnal”, pero en el Nuevo Testamento puede abarcar un espectro más amplio: desde hermanos de sangre hasta parientes cercanos, pasando por miembros de la comunidad cristiana. Por eso, los llamados “hermanos de Jesús” podrían haber sido primos, hijos de José fruto de un matrimonio anterior o, en teoría, amigos íntimos o discípulos. Esta última opción, sin embargo, queda prácticamente descartada, ya que Marcos deja claro que los hermanos de Jesús no formaban parte de su círculo de discípulos: “¿Quién es mi madre y mis hermanos?” (Mc 3:33).

    Además, el evangelio de Juan los distingue claramente de los discípulos. Por ejemplo, al relatar que Jesús viajó de Caná a Cafarnaún con "su madre y hermanos y sus discípulos” (Jn 2:12). Más adelante añade: “Le dijeron sus hermanos: márchate de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean esas obras tuyas que haces. Pues nadie que intenta hacerse notorio actúa a escondidas; ya que haces esas obras, manifiéstate al mundo. Pues ni sus hermanos creían en él". (Jn 7:3-5). Son palabras que no sólo reflejan incredulidad, sino también una cierta tensión entre Jesús y su propia familia.

    Por su parte, Mateo se refiere a Jesús como “hijo primogénito”, y no parece casual que su hermano Santiago acabara convirtiéndose en el líder de la primera comunidad judeocristiana tras la muerte de Jesús. Tanto Marcos como Pablo (Gálatas 1:19) y el historiador Josefo identifican a Santiago como “hermano” de Jesús. Dado que no formó parte del grupo original de discípulos, es probable que fuera elegido jefe de la iglesia primitiva principalmente por dos razones: haber sido testigo de la resurrección (según afirma Pablo) y, sobre todo, por ser su hermano de sangre. No hay nada más humano que confiar la sucesión del liderazgo a un familiar directo del maestro anterior.

    En cuanto a la hipótesis de que los “hermanos” de Jesús no fueran en realidad tales, sino hijos de un matrimonio previo de José, su origen está en el Protoevangelio de Santiago, un texto griego del siglo II que narra una etapa anterior a los evangelios canónicos y se centra especialmente en la figura de María. En él se relata su concepción milagrosa (aunque no virginal), su infancia en el Templo alimentada por un ángel hasta los doce años y su posterior compromiso con José, presentado como un anciano viudo. Este documento influyó notablemente en la tradición cristiana, pues durante siglos fue la principal “fuente” de información sobre la infancia y familia de Jesús. De él proceden elementos tan arraigados como que Jesús nació en una cueva, que en su nacimiento había una mula y un buey, que José era un hombre mayor cuando se casó con una niña de doce años llamada María, y que los hermanos de Jesús serían en realidad hijos de José con una esposa anterior ya fallecida.

    Hay que tener en cuenta que en los primeros siglos del cristianismo, cuando comenzó a extenderse la creencia en la virginidad de María, se asumió rápidamente que tal condición no podía limitarse al momento de la concepción y el parto de Jesús: María debía haber permanecido virgen hasta su muerte. ¿Cómo explicar entonces que los evangelios de Marcos y Juan mencionen que Jesús tenía hermanos? Precisamente por eso ganó tanta popularidad en la antigüedad la leyenda narrada en el Protoevangelio de Santiago.

    Sin embargo, a principios del siglo V, Jerónimo llegó a la conclusión de que José, como buen cristiano, debía haber sido tan casto como María, es decir, que también habría muerto siendo virgen. Rechazó así la leyenda que presentaba a José como viudo con hijos de un matrimonio anterior y ofreció otra explicación: sostuvo que la palabra griega usada para “hermano” (adelphos) podía significar también “primo”, de modo que los supuestos adelphoi de Jesús serían en realidad sus primos.

    Con esta tesis, Jerónimo condenó el Protoevangelio de Santiago, que dejó de circular en el cristianismo occidental. De hecho, no se conserva ningún manuscrito latino de esta obra; los que han llegado hasta nosotros están en lenguas orientales, especialmente en griego. Sin embargo, a comienzos del siglo VII, alguien elaboró una versión en latín con numerosas adiciones y modificaciones, conocida como Evangelio de Pseudo Mateo. Gracias a este texto, muchas de las leyendas del Protoevangelio de Santiago volvieron a difundirse en el occidente medieval.

    A pesar de todo, Jerónimo se equivocaba: la palabra griega adelphos significa casi siempre “hermano” en sentido literal, salvo que el contexto indique lo contrario, y en los pasajes evangélicos sobre los “hermanos de Jesús” no hay nada que sugiera otro significado. De hecho, en griego existe un término específico para “primo” (anepsios) que nunca se utiliza para referirse a los hermanos de Jesús.

    Otra interpretación que se ha propuesto es que “hermano” signifique aquí “hermano espiritual”, es decir, alguien unido por la fe o la amistad. Sin embargo, este argumento se debilita cuando se observa que Pablo, en Gálatas 1:18-19, llama “hermano del Señor” a Santiago en la misma frase en la que también menciona a Pedro. Esto implica que Pablo considera a Santiago hermano de Jesús y a Pedro no, lo que excluye un uso meramente espiritual del término, ya que en ese sentido Pedro era tan “hermano” de Jesús como Santiago, o incluso más. Lo mismo ocurre en 1 Corintios 9:5, donde Pablo distingue claramente a los “hermanos del Señor” de Pedro y de los apóstoles. Por último, sería difícil sostener la hipótesis de los “hermanos espirituales” cuando Juan 7:5 afirma sin ambigüedades que “ni sus hermanos creían en él”.


Mujer e hijos


    Esa oposición familiar se comprende mejor si recordamos lo que se esperaba de un hombre judío adulto de la época: casarse y tener hijos. La tradición rabínica consideraba el matrimonio casi una obligación religiosa, y la soltería prolongada era poco habitual. Si Jesús permaneció soltero, eso debió de llamar la atención en su entorno y, posiblemente, preocupar a su familia.

    Ahora bien, la mayoría de la gente asume que Jesús no estaba casado porque en ninguna de nuestras fuentes se menciona a su esposa, ni se dice que alguna vez la tuviera. A partir de ahí se concluye que no la tuvo. Sin embargo, como han señalado muchos estudiosos, este razonamiento es un argumento del silencio, y por sí solo no es muy sólido. Ninguna de nuestras fuentes indica que Jesús estuviera casado, pero tampoco que no lo estuviera. Lo llamativo es que en ellas sí aparecen repetidamente su madre, su padre, sus hermanos y hermanas, sus discípulos y otras personas con las que tuvo contacto… pero nunca su mujer.

    Es cierto que algunos escritos apócrifos han alimentado la idea de un vínculo especial con María Magdalena. Así, el evangelio de Felipe (datado entre los siglos II y III) dice que “tres (eran las que) caminaban continuamente con el Señor: su madre María, la hermana de ésta y Magdalena, a quien se designa como su compañera. María es, en efecto, su hermana, su madre y su compañera”. Pero la palabra copta hotre que utiliza el evangelio sirve tanto para hablar de una unión sexual como para una simple acompañante, e incluso para “consorte espiritual”, razón por la cual algunos estudiosos creen que lo que realmente se quería recalcar era que María Magdalena era la discípula perfecta de Jesús, y no que fuera su mujer. En cualquier caso, el texto no dice en absoluto que Jesús estuviese casado con ella.

    Conviene recordar que, para la mayoría de los judíos del siglo I (como para la mayoría de los judíos actuales), el sexo no se consideraba intrínsecamente pecaminoso. No obstante, existían corrientes ascéticas minoritarias que sostenían que era mejor evitar los placeres de este mundo como muestra de compromiso con Dios y con el mundo venidero, optando por un celibato voluntario. Jesús pudo haber compartido esta visión, lo que explicaría la ausencia de cualquier referencia a una pareja en su vida.

    Quienes defienden que Jesús estuvo casado suelen alegar que todos los hombres judíos contraían matrimonio. Sin embargo, esta afirmación es falsa por al menos dos razones:

    a) En las sociedades antiguas los hombres superaban en número a las mujeres, ya que muchas de ellas morían durante el parto, lo que hacía imposible que todos los hombres pudieran casarse.

    b) Sabemos que en la Palestina del siglo I había judíos que permanecían solteros por elección, como los esenios, una secta apocalíptica que esperaba la llegada inminente del Reino de Dios y renunciaba a cualquier vínculo social que pudiera distraerlos de la preparación para ese momento, incluida la vida sexual.

    Dado que Jesús también fue un predicador apocalíptico, no resultaría extraño que, al igual que los esenios, hubiera abrazado voluntariamente el celibato. Pablo, por ejemplo, fue soltero y célibe, y llegó a recomendar esta opción a los demás cristianos. Así pues, el celibato no era ajeno a los primeros seguidores de Jesús, lo que podría ser un indicio de que él también lo practicó.

    En Mateo 19:12 encontramos una posible referencia de Jesús a esta actitud: “hay eunucos que se hicieron eunucos a sí mismos por causa del reino de los cielos". Aunque un eunuco era literalmente alguien castrado, lo más probable es que Jesús estuviera hablando metafóricamente de quienes, como él y más tarde Pablo, renunciaban al matrimonio y a las relaciones sexuales por su misión religiosa.

    Por otra parte, Pablo señala en 1 Corintios 9:5: “¿Es que no tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer hermana, como hacen los demás apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?”. Esta observación implica que no sólo Pedro estaba casado, sino también los hermanos de Jesús y otros apóstoles, cuyas esposas viajaban con ellos. La mención contrasta con el silencio absoluto respecto a una esposa de Jesús, reforzando la idea de que no la tuvo.



©JRGA

Comentarios

Entradas populares de este blog

El asesinato del último Papa y la tercera guerra mundial

Porque era Navidad

Nochevieja de 1942