Los evangelios I: introducción a los evangelios



    ¿Hasta qué punto ha influido el cristianismo en nuestra cultura? Contamos los años de nuestra era a partir del nacimiento de Jesús, al tiempo que muchas de nuestras festividades, y multitud de expresiones populares y artísticas, derivan del cristianismo. Además, la influencia de los valores cristianos en nuestra filosofía política ha sido decisiva a la hora de crear conceptos tan revolucionarios como los derechos humanos, y el cristianismo está en el origen directo del surgimiento de movimientos políticos tan relevantes en el siglo pasado como la teología de la liberación. Por la parte negativa de su legado, la figura de Jesús y sus enseñanzas han sido utilizadas por innumerables corrientes fundamentalistas e intolerantes, y a lo largo de la historia han sido la justificación oficial de todo tipo de atrocidades violentas, desde los autos de fe de la Inquisición hasta las guerras de religión. 

Con independencia de la valoración que hagamos cada uno de ese legado, es indudable que nuestra sociedad occidental está moldeada por la tradición cristiana. Es por ello que la figura de Jesús de Nazareth es la más famosa de la historia… aunque paradójicamente sea un auténtico desconocido para el gran público. Si bien es cierto que todos, cristianos o no, hemos oído hablar de Jesús, de su historia y sus enseñanzas, nuestro conocimiento al respecto suele ser bastante superficial. Incluso los creyentes y practicantes de las distintas iglesias cristianas (católica, ortodoxa, o protestante) no suelen acercarse a la figura de Jesús más que a través de los sermones de sus respectivos líderes religiosos. Un sondeo realizado en Italia en 2008 reveló que el 80% de los católicos nunca habían leído enteros los cuatro evangelios, lo que puede significar que sólo hayan leído algún fragmento de los mismos. Es un dato tanto más sorprendente si tenemos en cuenta que alrededor de un 80% de los italianos se declaran católicos. 

Incluso haber leído los evangelios tampoco garantiza un conocimiento suficiente de la figura de Jesús. Siempre existen niveles de comprensión más profundos en toda literatura, y los textos sagrados del cristianismo no son una excepción en ese sentido. Podemos aproximarnos superficialmente a los evangelios y el resultado de ello será una experiencia útil e interesante, pero a medida que profundicemos en ellos descubriremos mucho más de lo que en un primer momento esperábamos. Más aún si nos despojamos de todo prejuicio y opinión previa que podamos tener de Jesús y nos interesamos por conocer el contexto histórico y cultural de la Palestina de hace dos mil años, particularmente la religión y tradiciones judías, las diferentes sectas que existían en la época o la situación política en el momento. 


QUÉ SON LOS EVANGELIOS


    No obstante, antes de intentar conocer la figura histórica de Jesús es imprescindible abordar mínimamente los textos evangélicos con el fin de conocer qué son, cuál es su origen, su historia o sus diferencias. 

Así pues... ¿qué son los evangelios?

    "Evangelio" es una palabra griega que significa "buena nueva", o "buena noticia". Esa "buena noticia" es la llegada del reino de Dios a la tierra. Cuando Jesús y sus discípulos proclamaban o difundían el evangelio, lo que hacían era anunciar la buena noticia de que había llegado por fin el reino de Dios que esperaban los judíos, y que habría que actuar consecuentemente con ello. Posteriormente los cristianos extenderían el concepto de "evangelio" a los relatos de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, y actualmente entendemos por “evangelio” a cualquier documento proveniente del cristianismo primitivo en el que se relaten la vida y/o la obra de Jesús de Nazareth.

    No sabemos cuántos evangelios se escribieron en los primeros siglos de la iglesia, pero desde luego tuvieron que ser muchos. De los que se han preservado (alrededor de 70), los más antiguos son precisamente los recogidos en el Nuevo Testamento: los evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y Juan, todos compuestos en el siglo I, entre 35 y 65 años después de la muerte de Jesús. Ya san Ireneo de Lyon propuso hacia el año 180 que sólo estos cuatro evangelios fuesen considerados auténticos o canónicos, algo confirmado por la Iglesia a partir del Concilio de Cartago del 397, por lo que el resto de evangelios que circulaban entre los cristianos fueron considerados apócrifos (“ocultos”, en griego). No fue una mala decisión: los evangelios apócrifos son indudablemente más modernos que los evangelios canónicos, y mucho más legendarios (una posible excepción es el evangelio copto de Tomás, que algunos estudiosos datan de alrededor del año 60).

    ¿Existieron evangelios anteriores a los cuatro canónicos? Sabemos que sí, porque Lucas nos informa de que "muchos" antes que él habían escrito narraciones sobre la vida de Jesús (Lc 1: 1-4). Lamentablemente, de esos "muchos" evangelios previos al de Lucas sólo se ha preservado uno, el de Marcos

    Por desgracia no tenemos las copias originales de los evangelios. Lo que tenemos son miles de copias que datan de muchos siglos después de los originales. Alrededor de un 94% de los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento que tenemos (ya sean copias completas o fragmentos) son del siglo IX o posteriores. Además, los manuscritos más antiguos que tenemos, hasta donde sabemos, no se hicieron a partir de los originales, ni de una copia de éstos, ni siquiera de una copia de una copia de los originales. Y por si fuera poco todas las copias más antiguas que tenemos tienen errores en los que los escribas alteraron el texto (accidental o intencionalmente) que debían reproducir; se estima que en dichos manuscritos hay en torno a entre 300.000 y 500.000 errores, es decir, más que palabras en todo el Nuevo Testamento. Afortunadamente, la inmensa mayoría de tales cambios y errores son insignificantes y no tienen mucha importancia. Otros, en cambio, son más difíciles de resolver (por ejemplo, cuando un mismo pasaje está redactado de dos formas diferentes en dos manuscritos importantes y ambas formas tienen sentido), y son precisamente esos puntos los más problemáticos para los expertos.

    Por otro lado, hoy sabemos que la antigua opinión de que los evangelios son informes precisos escritos por discípulos de Jesús o compañeros de los apóstoles es falsa. En realidad, los evangelios fueron escritos por autores extraordinariamente bien educados de fuera de Palestina que compusieron sus obras en un idioma griego koiné (o común) de nivel relativamente alto, mientras que los seguidores de Jesús eran campesinos analfabetos de habla aramea de las zonas rurales de Galilea.

    A partir de ahí, la pregunta más inmediata es obvia: ¿de dónde obtuvieron sus fuentes los escritores evangélicos? ¿Cómo supieron de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, de la limpieza del templo, de la traición de Judas Iscariote, o del juicio ante Pilato y todo lo demás? Lo conocieron del mismo modo que lo conocían todos los cristianos primitivos: porque alguien se lo contó. Antes de que se escribiesen los evangelios las historias sobre Jesús fueron transmitidas de boca en boca no solo durante años sino incluso durante décadas. En realidad, es muy posible que cualquier documento escrito sobre Jesús no fuese redactado por nadie que le conociese, sino más bien por cristianos de segunda o incluso de tercera generación. Al fin y al cabo, los discípulos de Jesús no necesitaban escribir nada: ya habían conocido directamente las enseñanzas de su maestro y habían vivido con él los hechos relatados en los evangelios. Fueron los cristianos posteriores, quienes no habían conocido a Jesús ni conocían su historia y enseñanzas más que de oídas, quienes sintieron la necesidad de aclarar e inmortalizar de una vez todo lo que se contaba sobre él.

    Como es natural, esa transmisión de tipo oral debió modificar las historias relatadas. A menudo se alterarían los recuerdos, se olvidarían determinados detalles o incluso se inventarían algunos nuevos. La memoria humana es frágil, y los diversos estudios antropológicos han demostrado que las culturas orales, al contrario de lo que muchas veces se cree, no recuerdan sus tradiciones con suma precisión sino al contrario: cada generación altera en mayor o menor medida los recuerdos que transmite a la siguiente (cualquiera que haya jugado al famoso juego del “teléfono escacharrado” conoce bien este fenómeno). 

    Además, en muchas ocasiones los cambios fueron realizados de forma intencionada por unos primeros cristianos más interesados en difundir sus propias opiniones teológicas que en preservar el rigor histórico. Es indudable que las palabras de Jesús que aparecen en los evangelios reflejan los intereses y puntos de vista de las comunidades que recogieron sus dichos después de su muerte, y descubrir cuáles de esos dichos podemos atribuir históricamente a Jesús mismo se convierte en todo un desafío. 

    A este respecto, es posible que haya lectores a los que les choque la idea de que unos libros supuestamente escritos por inspiración divina puedan no ser históricamente exactos. En realidad, la idea de que los libros que componen la Biblia han sido inspirados por Dios no es en absoluto incompatible con que encontremos errores o contradicciones en ellos, o incluso elementos que no son históricos. Evidentemente, cuando se dice que el origen de la Biblia es la "inspiración divina" no se está afirmando que haya sido redactada directamente por Dios, sino más bien que éste "inspiró" a sus diferentes autores (seres humanos muy imperfectos) a redactarla. Éstos inventaron relatos, olvidaron algunos datos y manipularon otros, y por supuesto cometieron todo tipo de errores y descuidos. Que Dios sea infalible no implica que los hombres a los que inspira en un momento dado lo sean también. Sólo los cristianos más fundamentalistas, que tienen un enfoque más religioso que histórico, consideran que el texto contenido en la Biblia fue absoluta y literalmente inspirado de forma directa por Dios, de forma infalible y sin errores históricos ni de ningún otro tipo. Según ellos, cada relato sobre Jesús contenido en el Nuevo Testamento es absolutamente exacto desde un punto de vista histórico, en todos y cada uno de sus detalles. Sin embargo, para la inmensa mayoría de expertos en la cuestión, el Nuevo Testamento contiene historias sobre Jesús que han sido alteradas o incluso inventadas


CRITERIOS DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA


    Así pues, y para resumir todo este panorama tan poco alentador, tenemos unos evangelios escritos mucho después de los hechos relatados en ellos, y por autores que no fueron testigos oculares de los mismos, que vivían en un país diferente y hablaban un idioma distinto al de Jesús, basándose en fuentes orales y escritas de segunda o tercera mano y cuyas historias, con toda probabilidad, resultaron continuamente alteradas hasta que por fin fueron puestas por escrito. Y sólo después de que esos manuscritos se copiasen durante siglos con multitud de errores, por fin aparecieron los evangelios que nos han llegado a nosotros. 

    Es obvio que todas estas circunstancias dificultan al estudioso el conocimiento de Jesús de Nazareth. Pero sería un error dejar por ello de considerar los evangelios como fuente válida, tanto como caer en el extremo contrario y creer que todo lo que aparece en ellos es realmente histórico. Simplemente debemos asumir que son una fuente muy problemática, lo que en la práctica significa que es necesario analizarlos críticamente para dilucidar qué elementos de los relatos son legendarios y cuáles son históricos, y hasta qué punto los detalles realmente históricos pudieron ser distorsionados a lo largo del tiempo.

    ¿Cómo podemos entonces abordar la verosimilitud histórica de los pasajes descritos en los evangelios? Los propios pasajes nos proporcionan pistas para ello, y en ocasiones de forma muy evidente. Un ejemplo de ello es el del diálogo de Jesús con Nicodemo (Juan 3: 1-15), un líder judío que se acerca a Jesús para decirle que debe venir de Dios debido a las grandes cosas que hace. La respuesta de Jesús es que "a menos que uno nazca anothen, no podrá ver el reino de los cielos" (Juan 3: 3). La palabra griega "anothen" tiene dos significados diferentes según el contexto en el que se use; puede significar "una segunda vez", pero también "desde arriba". Así, la respuesta de Jesús puede tener dos significados diferentes: que es necesario "nacer de nuevo" o que debe "nacer de arriba, de Dios". El autor de Juan parece ser consciente de ese doble significado, y nos muestra a Nicodemo confuso e incrédulo ante la posibilidad de que una persona pueda volver a meterse en el útero de su madre para nacer de nuevo. Pero Jesús le dice que no se refiere a un nacimiento físico, sino a un nacimiento del cielo, hecho posible por el espíritu de Dios que viene de arriba, señalando así a la segunda acepción de la palabra griega "anothen". Se produce en el diálogo, pues, una confusión entre los dos significados de una misma palabra. Es un pasaje que sólo tiene sentido en griego, no en arameo, que es la lengua en la que hablaría un judío como Jesús con cualquier líder judío de Jerusalén. En arameo es imposible que se pueda producir la confusión en la que se basa ese diálogo. Teniendo además en cuenta que el relato sólo aparece en Juan y que no aparece descrito en ninguna otra fuente cristiana antigua (los otros tres evangelios no lo recogen), podemos concluir que la conversación no es realmente histórica, sino una invención del autor de Juan o de alguna otra fuente de origen griego en la que se basó a la hora de redactar su evangelio. Si realmente Jesús tuvo alguna conversación con alguien llamado Nicodemo, es prácticamente seguro que no se llevó a cabo en tales términos.

    Pero la tarea de dilucidar la historicidad de un determinado episodio o pasaje no siempre es tan sencilla como en el ejemplo anterior. Es por ello que los expertos suelen utilizar tres criterios fundamentales a la hora de averiguar la verosimilitud histórica de los datos contenidos en los evangelios:

    a) Criterio de testimonio múltiple: un determinado dato es tanto más probable que sea cierto cuantas más fuentes o tradiciones diferentes e independientes entre sí lo acrediten.

    b) Criterio de disimilitud: cuanto más se aleja un dato concreto de las tradiciones judías o de la iglesia primitiva más probable es que sea real.

    c) Criterio de dificultad: los datos más embarazosos para el autor son más probables de ser ciertos, puesto que el autor no tendría ningún motivo para incluirlos en su relato.

    Utilizando estas técnicas los expertos han llegado a la conclusión de que en los evangelios hay tanto mito como historia, y son capaces de despojar en gran medida al personaje histórico de Jesús de toda leyenda. Así, hoy podemos asegurar con absoluta certeza ciertos datos básicos sobre Jesús: fue un predicador judío de la zona rural de Galilea que realizó un fatídico viaje a Jerusalén en el que fue detenido y crucificado por el gobernador romano Poncio Pilato. Por supuesto hay muchas otras cosas que podemos asegurar que también sucedieron, pero sin tanta certeza, de tal manera que la inmensa mayoría de historiadores está de acuerdo con al menos lo siguiente:

    - Jesús nació y se crió como judío.

    - Vivió en Nazaret, en la zona rural de Galilea.

    - De adulto fue bautizado por un profeta apocalíptico llamado Juan el Bautista, quien predicaba el inminente juicio de Dios y bautizaba a las personas para el perdón de los pecados en preparación para ese momento culminante de la historia.

    - Posteriormente Jesús se dedicó a su propio ministerio itinerante de enseñanza y predicación.

    - Como Juan, proclamó un mensaje apocalíptico de la venida del Reino de Dios.

    - Gran parte de su enseñanza se realizó mediante parábolas y aforismos reflexivos y memorables que explicaban el Reino de Dios y lo que las personas debían hacer para prepararse para él.

    - Como maestro claramente judío, gran parte de la enseñanza ética de Jesús se basaba en una interpretación de la Torá, la Ley de Moisés, tal y como se encuentra en la Biblia hebrea.

    - Las enseñanzas de Jesús sobre la Torá dieron lugar a controversias con otros maestros judíos, especialmente los fariseos.

    - Jesús tenía varios seguidores, de los cuales eligió a doce para que lo acompañaran en su ministerio de predicación.

- En ocasiones, miembros de su propia familia y otras personas de su ciudad natal se oponían a Jesús.

- Sin embargo, sus seguidores mantuvieron que decía la verdad, y afirmaban que sus palabras fueron reivindicadas por los milagros que realizó.


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