Jesús de Nazareth I: nacimiento

   


    En anteriores artículos he tratado el tema de la existencia histórica de Jesús o de los evagelios (mediante una trilogía: introducción a los evangelios, el problema sinóptico y su autoría y composición), y en esta ocasión me dispongo a iniciar una serie completa sobre la vida de Jesús de Nazareth que abarque desde su nacimiento hasta su muerte y resurrección, pasando por su ministerio, doctrina o milagros. 

    Comencemos, pues, por el principio.


Genealogía


    Hay ciertas tradiciones religiosas que, aunque puedan resultar atractivas o aleccionadoras en algún sentido, no se atienen a la realidad histórica. En particular, el relato cristiano sobre el nacimiento de Jesús no está respaldado por el conocimiento que tenemos en la actualidad sobre el personaje, y en ocasiones ni siquiera por los propios textos sagrados. Pese a la creencia popular, en ningún lugar del Nuevo Testamento se indica en qué año vino Jesús al mundo, ni que nació el 25 de diciembre; tampoco coloca un buey y un asno en su pesebre; ni dice que fueron tres (ni dos, ni siete o doce) los magos que lo visitaron.

    En realidad, de los cuatro evangelios canónicos, sólo Mateo y Lucas mencionan el nacimiento de Jesús y nos dan detalles sobre el mismo: la concepción milagrosa de María, la relación genealógica de José con el rey David o la llegada de los magos de oriente guiados por una estrella. Resulta curioso que detalles tan importantes como estos fuesen omitidos por Juan y sobre todo por Marcos, que representa la tradición más antigua. Quizás no hablaron de ello simplemente porque en realidad no había nada de lo que hablar, como enseguida veremos.

    Otro problema es que existen sospechas de que la versión original de Lucas comenzaba sin la narrativa del nacimiento de Jesús relatada en sus dos primeros capítulos, presumiblemente porque en realidad fueron escritos por otro autor y añadidos más tarde a la obra de Lucas.

    Por si eso fuese poco, los relatos sobre el nacimiento de Jesús de Mateo y Lucas se contradicen notablemente. Por ejemplo, Mateo comienza su evangelio con la idea de que Jesús descendía del rey David, y trata de demostrarlo describiendo una supuesta genealogía que conecta a David con José, el padre de Jesús:

       Documento del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y sus hermanos. Judá engendró a Farés y a Zara de Tamar. Farés engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró a Booz de Rahab. Booz engendró a Obed de Rut, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David. David engendró a Salomón de la mujer de Urías. Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y sus hermanos cuando la deportación a Babilonia.

    Y después de la deportación de Babilonia Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliacim, Eliacim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, que se llama Cristo.

    Así que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta la deportación de Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación de Babilonia hasta el Mesías, catorce generaciones”. (Mt 1:1-17).

    Lucas también describe una genealogía parecida:

    Jesús comenzaba hacia los treinta años, hijo, así se creía, de José el de Helí, el de Matat, el de Leví, el de Melquí, el de Jannái, el de José, el de Matatías, el de Amós, el de Nahum, el de Esli,el de Naggái, el de Maat, el de Matatías, el de Semeí, el de Josec, el de Judá,el de Joanán, el de Resá, el de Zorobabel, el de Salatiel, el de Nerí, el de Melquí, el de Addí, el de Cosam, el de Elmadam, el de Er, el de Josué, el de Eliezer, el de Jorim, el de Matat, el de Leví, el de Simeón, el de Judá, el de José, el de Jonam, el de Eliacim, el de Meleá, el de Mená, el de Matatá, el de Natán, el de David, el de Jesé, el de Obed, el de Booz, el de Sala, el de Nassón, el de Aminadab, el de Admin, el de Arní, el de Esrón, el de Farés, el de Judá, el de Jacob, el de Isaac, el de Abraham, el de Tara, el de Nacor, el de Seruc, el de Ragáu, el de Fálec, el de Eber, el de Sala, el de Cainam, el de Arfaxad, el de Sem, el de Noé, el de Lamec, el de Matusalén, el de Enoch, el de Jared, el de Maleleel, el de Cainam, el de Enós, el de Set, el de Adán, el de Dios”. (Lc 3: 23-38).

    Como podemos comprobar, la genealogía que describe Lucas es tan diferente a la de Mateo que no coinciden los nombres de los supuestos antepasados de Jesús ni el número de generaciones. Eso significa que al menos una de las dos genealogías sería incorrecta, y casi con total seguridad lo son ambas. Cuesta creer que gente presumiblemente analfabeta como José, María y la mayoría de judíos de la Palestina del siglo I tuvieran tal grado de conocimiento sobre sus antepasados como para remontar su linaje hasta unos mil años atrás, que es aproximadamente el lapso de tiempo que hubo entre el reinado de David y el nacimiento de Jesús. Ni siquiera en nuestra moderna sociedad de la información, alfabetizada y con un alto grado de cultura (al menos en comparación con los estándares del siglo I), somos capaces de recordar quiénes eran nuestros antepasados más allá de nuestros bisabuelos. Y desde luego no tenemos ninguna prueba de que los judíos pobres y analfabetos del siglo I tuvieran registro alguno de sus árboles genealógicos.

    En realidad, la idea de que Jesús descendía del rey David fue una conclusión necesaria al asumir su condición mesiánica, puesto que era una creencia común que el Mesías tendría un origen davídico. Y puesto que Jesús era el Mesías, forzosamente debía descender de David. La tradición que aseguraba dicha relación debió nacer pronto, porque ya Pablo asegura que Jesús era "descendiente de David según la carne" (Romanos 1:3). Pero era necesario ‘demostrar’ de alguna manera el origen davídico de Jesús, por lo que Mateo y Lucas inventaron para ese propósito, y de forma independiente, sendas genealogías que forzosamente han de contradecirse entre sí.

    Sin embargo, Mateo y Lucas no parecen tener en cuenta que de poco sirve demostrar que José descendía de David si José en realidad no era un pariente consanguíneo de Jesús, puesto que en ninguno de los dos evangelios intervino en la concepción de María (obra, supuestamente, del Espíritu Santo).

    Pasemos ahora precisamente a esa cuestión.


El nacimiento virginal de Jesús


    Mateo asegura que María concibió a Jesús siendo virgen para que se cumpliera una antigua profecía de Isaías según la cual una virgen concebirá y dará a luz un hijo al que llamaría Emmanuel ("Dios con nosotros"):

    Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el Señor por el profeta: ‘Mira, la virgen concebirá y dará luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel (que, traducido, significa Dios con nosotros)". (Mt 1: 22-23).

    Aquí nos encontramos con dos problemas.

    El primero es que sólo la Septuaginta (la traducción al griego de la Biblia) dice que la niña es específicamente virgen, es decir, Παρθένος (parthenos), lo que sugiere que la idea de que dicha profecía hace referencia a Jesús se desarrolló entre la diáspora griega. El texto hebreo original de dicha profecía dice:

    He aquí que la muchacha concebirá y parirá un hijo, a quien denominaré con el nombre de Emmanuel”. (Is 7: 14).

    La palabra usada para referirse a la mujer que concebirá y parirá un hijo es אלמה (almah), es decir “muchacha” o “joven doncella”, no necesariamente virgen.

    El segundo problema es que María no llamó Emmanuel a su hijo, sino Yeshua (en hebreo ישוע "Yahveh salva"), que además era un nombre bastante usual en el siglo I. Por ejemplo, Flavio Josefo cuenta la historia de un tal Jesús ben Ananías en su obra Las guerras de los judíos, y sabemos de dos sumos sacerdotes del Templo que también llevaron ese nombre: Jesús ben Damneo y Jesús ben Gamaliel, que sustituyó al anterior en el año 63.

    Todo indica, pues, que la virginidad de María fue una leyenda creada a posteriori para hacer cumplir la profecía de Isaías. Hay que tener en cuenta que los primeros cristianos compitieron con los judíos a la hora de intentar "demostrar" que Jesús era el Mesías, por lo que existió siempre la tendencia a escudriñar las escrituras en busca de pasajes del Antiguo Testamento que pudieran aplicarse al nazareno, así como de crear o distorsionar historias para que éstas pudieran casar con tales pasajes.

    Por otro lado, la leyenda del nacimiento de una virgen no es algo original del cristianismo, sino que en la antigüedad se aplicaba a todo tipo de personajes míticos: Horus, Mitra, Dionisio, Krishna o Zoroastro son sólo algunos ejemplos. Probablemente los primeros narradores cristianos, que ya habían inventado el apelativo de “hijo de Dios” para referirse a Jesús, querían insistir en que éste tuvo un nacimiento milagroso, pero al mismo tiempo no podían aceptar las historias paganas en las que un dios se convierte en humano (o alguna otra entidad animal o física) y mantiene relaciones sexuales con una mujer, porque el Dios judío era muy diferente a los dioses paganos. La solución fue un nacimiento virginal milagroso sin aquellas características ofensivas propias del paganismo. Dado que aquellos cristianos sabían que Isaías hablaba del Mesías, y creían que Jesús era el Mesías, llegaron a la conclusión de que, forzosamente, la profecía de Isaías debía referirse a Jesús. Y como Isaías dice que el Mesías nacería de una virgen (según la traducción errónea que hizo la Septuaginta de la palabra hebrea almah), la única conclusión posible es que Jesús haya nacido de una virgen a la que Dios hizo concebir un hijo sin penetración alguna, a través del Espíritu Santo.

    Lo cierto es que, pese a que Jesús y sus seguidores debían saber mejor que nadie si se produjo en María esa concepción virginal o no, la leyenda sobre la misma no apareció en vida de Jesús, ni siquiera en los años siguientes. Como ya hemos visto, Pablo escribió en torno al año 55 que Jesús nació "descendiente de David según la carne" (Romanos 1: 3), lo que indica que, si bien ya comenzaba a crearse la leyenda de que Jesús descendía de David (había de descender de David si realmente era el Mesías, y Pablo creía que lo era), todavía no se había comenzado a difundir el mito de su nacimiento virginal, que seguramente debió surgir en los años inmediatamente posteriores.


Fecha de nacimiento


    Actualmente contamos los años de nuestra era a partir del momento en el que, supuestamente, habría nacido Jesús. Fue el monje Dionisio el Exiguo quien en el siglo VI calculó que el evento se había producido 753 años después de la fundación de Roma, año que se convirtió así en el primero después de Cristo. El cálculo no fue perfecto, ni mucho menos, teniendo en cuenta que el evangelio de Mateo asegura que el nacimiento de Jesús se produjo durante el reinado de Herodes el Grande, que murió en el año 4 a.C. Éste, además, mandó asesinar a los niños menores de dos años, (siempre según el relato de Mateo), por lo que es posible que haya que retrasar el nacimiento de Jesús a algún año situado entre el año 7 a.C. y el 4 a.C.

    Lo cierto es que resulta bastante improbable que podamos tener una idea, siquiera aproximada, de en qué momento nació Jesús. El relato de Mateo (que no tiene paralelismo en el resto de evangelios) es meramente legendario casi con seguridad, y sólo el evangelio de Lucas nos proporciona un dato a ese respecto: asegura que “Jesús comenzaba [su ministerio] hacia los treinta años” (Lc 3: 23). Así pues, bastaría conocer la duración de su vida pública y la fecha de la crucifixión para saber en qué año nació Jesús. El problema es que tampoco estamos nada seguros de lo uno ni de lo otro. Los sinópticos parecen dar por hecho que el ministerio de Jesús duró apenas un año, mientras que el cuarto evangelio asegura que se prolongó durante tres años; y en cuanto a la fecha de la crucifixión, hay distintas teorías que únicamente tienen en común la coincidencia con la prefectura de Poncio Pilato en Judea, es decir, entre el año 26 y el 36.

    En cualquier caso, hay que tener en cuenta que en aquella época, y sobre todo entre las clases bajas y analfabetas, no daban tanta importancia como damos hoy a la fecha de nacimiento ni a los cumpleaños. Con frecuencia se desconocía la edad concreta de la gente, no ya de los demás sino incluso de uno mismo. Lo habitual era que se calculase a ojo y grosso modo, en función de la etapa vital y la apariencia física. De ahí que Marcos afirme que Jesús inició su vida pública con, aproximadamente, “hacia los treinta años”, lo que podría significar simplemente que tenía más de veinte y menos de cuarenta.


Lugar de nacimiento


    Mateo también asegura que Jesús nació "en Belén de Judea” (Mt 2: 1). Lucas nos ofrece más datos al respecto:

    "Se dio el caso de que en aquellos días salió un edicto de César Augusto, para que se empadronara todo el orbe. Este empadronamiento fue el primero durante el mandato de Quirino en Siria. Todos se encaminaban para empadronarse, cada cual a su ciudad. También José subió desde Galilea, de la ciudad de Nazareth, a Judea, a la ciudad de David que se llamaba Belén, por ser él de la casa y linaje de David, para hacerse empadronar con María, su esposa, que estaba encinta; y se dio el caso de que, cuando estaban ellos allí, se le cumplió el tiempo de dar a luz, y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada". (Lc 2: 1-7).

    Es de suponer que por “todo el orbe” Lucas quiso referirse a todo el imperio romano. Sin embargo, tenemos buena documentación sobre el reinado de César Augusto y durante el mismo nunca hubo un censo en todo el imperio, y menos uno en el que la gente tuviera que registrarse en la tierra de sus antepasados mil años antes. Es fácil imaginar las migraciones masivas simultáneas que se habrían producido si todos los habitantes del imperio romano, en un momento dado, se hubiesen visto obligados a regresar al hogar de sus antepasados para inscribirse en ese censo, y sería muy extraño que a ningún cronista de la época se le hubiese ocurrido mencionarlo en sus escritos.

    Sin embargo, sí sabemos por Flavio Josefo que Quirino, el gobernador romano de Siria (provincia romana que incluía a Palestina) realizó un censo en todo el territorio bajo su control. Josefo lo data con seguridad en el año 10 de Arquelao, es decir, 37 años después de la batalla de Actium, en el 31 a.C. Por tanto, ese censo se produjo en el año 6 d.C., una fecha demasiado tardía para el nacimiento de Jesús si admitimos que éste se produjo durante el reinado de Herodes el Grande. Ahora bien, ¿tiene algún sentido que José se empadronase en Belén sólo porque un antepasado suyo de hace mil años, por muy rey que fuese, hubiese nacido allí? Es bastante improbable que a las autoridades romanas, que sólo querían tener un cierto control de la población que residía en cada localidad, diesen importancia alguna a los antepasados de aquellos que debían ser censados. Si José y María eran de Nazareth, lo lógico es que se inscribieran en el censo de Nazareth.

    Como es fácil de deducir, de nuevo nos encontramos con una narración que no está basada en hechos históricos, sino que fue diseñada para “demostrar” por qué Jesús pudo haber nacido en Belén cuando todos sabían que venía de Nazareth. Lucas (o su fuente) tuvo conocimiento del censo de Quirino y lo utilizó como "explicación" de por qué Jesús había podido nacer en Belén si su familia era de Nazareth. Porque, de nuevo, las profecías judías sobre el Mesías afirmaban que éste nacería en Belén. De ahí que en el evangelio de Juan se mencionen las dudas del pueblo judío sobre la mesianidad de Jesús, sabiendo que el Mesías debía nacer en Belén:

    Otros decían: este es el Mesías. Pero otros decían: ¿pues acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dijo la Escritura que el Mesías vendrá de la descendencia de David, y de Belén, la aldea de donde era David?” (Jn 7: 41-42).

    Juan nos demuestra así, implícitamente, que Jesús nació en Nazareth.

    En ese sentido también hemos de tener en cuenta que las personas de las clases bajas no tenían apellidos, por lo que para diferenciar a varias personas con el mismo nombre a menudo se agregaban designaciones descriptivas. En muchos casos, la designación hacía referencia al lugar de nacimiento o procedencia del sujeto. El apelativo “de Nazareth” que recibía Jesús, pues, hace referencia a su lugar de nacimiento o procedencia.

    No obstante, el nacimiento de Jesús en Nazareth también ha planteado ciertas dudas, porque no hay constancia histórica alguna de tal localidad. El Antiguo Testamento o las epístolas paulinas no la mencionan; el Talmud tampoco, a pesar de que sí nombra 63 ciudades o pueblos de Galilea; Flavio Josefo menciona en sus obras a 45 ciudades o aldeas de Galilea, ninguna de las cuales es Nazareth. Por todo ello algunos historiadores han planteado la posibilidad de que Nazareth no existiese. Según esa teoría, Jesús en realidad no era un "nazareno" sino un nazareo (del hebreo nazir, "separado"), que es el apelativo que recibían aquellos hombres apartados de la sociedad y consagrados a Dios. Así, en algún momento se habría producido la confusión entre una palabra y otra y se habría creado la leyenda de que Jesús procedía de una ciudad ficticia llamada "Nazareth".

    Pero la ausencia de prueba no es nunca prueba de ausencia, y que Nazareth no sea mencionada en las fuentes antiguas no significa en absoluto que no existiese. Es más probable que simplemente fuese una aldea tan pequeña que se consideraba irrelevante, a pesar de que Lucas afirma que se trataba de una "ciudad" (Lc 1: 26) lo suficientemente importante como para albergar una sinagoga (Lc 4: 16). De ahí que a los primeros cristianos se les denominase despectivamente "nazarenos", y que al propio Jesús se le vinculase siempre con su lugar de origen ("Jesús de Nazareth"), como forma de desprecio. A este respecto, cuando Felipe le cuenta a Natanael que ha encontrado "a aquel del que escribió Moisés en la ley, y los profetas: Jesús, hijo de José, el de Nazareth", su contestación es más que significativa: "¿De Nazareth puede haber algo bueno?" (Jn 1: 45-46).

    En la actualidad, los arqueólogos están bastante seguros de que Nazareth existió, y que se trataba de una pequeña aldea de Galilea que en época de Jesús estaba compuesta por alrededor de 50 casas en aproximadamente cuatro hectáreas. El propio nombre de Nazareth (pronunciado "natsrit") significa algo parecido a "pequeña rama", lo que probablemente significa que era un pueblo de una ciudad vecina (quizá Séforis, a unos seis kilómetros).

    En cualquier caso, lo que sí sabemos con total seguridad es que Jesús procedía de Galilea, una provincia con unas ricas industrias agrícola y pesquera y cuya población era especialmente proclive a la escatología. Durante el siglo I, Galilea fue la provincia con mayor agitación política, y no por casualidad los principales líderes judíos rebeldes y mesiánicos eran galileos: Judas de Galilea, Zadok el fariseo o Juan de Giscala.


Los magos de Oriente, la estrella y la matanza de Herodes


    En su segundo capítulo, Mateo nos explica que después del nacimiento de Jesús se presentaron en Jerusalén "unos magos" (no se dice cuántos, ni que fuesen reyes) llegados "desde Oriente" preguntando “por el rey de los judíos que nació, pues vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo” (Mt 2: 1). El rey Herodes, al enterarse, y temiendo su propio derrocamiento a manos de ese futuro Mesías, manda asesinar a todos los niños menores de tres años. Por su parte, cuando los magos por fin consiguen encontrar a Jesús gracias a la guía de la misteriosa estrella, le ofrecen tres regalos: oro, incienso y mirra. Jesús finalmente se salva de la muerte porque un ángel avisa en sueños a José y le conmina a escapar a Egipto para evitar la matanza herodiana.

    La palabra griega magoi, "magos", proviene del persa maguusha, "sacerdote", que era la palabra utilizada para designar a la casta de sacerdotes-astrólogos de Persia o Babilonia, efectivamente al oriente de Palestina. A priori tiene sentido que unos astrólogos sean guiados por las estrellas, ¿pero cómo es posible que éstas se muevan por el cielo de la forma relatada por Mateo? Éste afirma que los magos siguen a la estrella hasta Belén, donde se detiene sobre la casa donde está Jesús. ¿Cómo es posible que una estrella, o cualquier cuerpo celeste, pueda llevar a alguien a una ciudad en particular? Más aún, ¿cómo puede detenerse en una casa concreta?

    El famoso astrónomo Johannes Kepler leyó un comentario bíblico del rabino Isaac Abravanel (1437 – 1508) que explicaba que, según una tradición judía, el Mesías habría de nacer cuando se produjese una conjunción de Saturno y Júpiter en Piscis. Como Kepler sabía, se trata de una conjunción bastante inusual, y decidió averiguar si se habría producido en torno a la fecha en la que creemos que nació Jesús. Después de calcularlo llegó a la conclusión de que, efectivamente, la última vez que tal conjunción se había producido en la historia fue en el año 7 a.C.

    Gracias al descubrimiento de Kepler podemos dar una explicación al relato de Mateo: los sacerdotes babilónicos, enterados desde hacía siglos de las profecías judías acerca del nacimiento de un futuro rey libertador que inauguraría una nueva era para toda la humanidad (no hay que olvidar que los judíos permanecieron exiliados en Babilonia durante varias décadas en el siglo VI a.C., y es de esperar que muchos de ellos no retornaran luego a Palestina), descubren que se acaba de producir la conjunción astrológica que según dichas leyendas auguraba dicho nacimiento. Marchan pues a Palestina para conocer al niño y protegerle de las intrigas de las autoridades judías; éstas, probablemente igual de informadas de que ha debido nacer ya el Mesías, deciden asesinar a todos los niños menores de tres años para asegurarse de que el futuro Mesías no sobreviva. Pero los sacerdotes advierten de la matanza a María y José, pidiéndoles que se exilien a Egipto durante un tiempo, y para que no tengan problemas les regalan oro (para sufragar el viaje), incienso y mirra (que en aquella época servían de antisépticos para proteger la salud del niño durante el viaje).

    No obstante, no tenemos constancia histórica de ninguna masacre de niños ordenada por Herodes. Y es extraño, porque Flavio Josefo nos relató detalladamente todos y cada uno de los crímenes cometidos por Herodes, la mayoría de los cuales fueron mucho menos graves que una supuesta matanza masiva de niños. Y si dicha matanza no existió, no hay ningún motivo para creer que Jesús y su familia se exiliaron realmente a Egipto, y quizás ni siquiera hubo visita alguna de magos-astrólogos.

    Visto así, es probable que la huida a Egipto y la matanza de los inocentes sean elementos legendarios que surgieron por un lado de la necesidad de contentar a la poderosa comunidad cristiana que ya existiría en aquel país cuando se escribió el evangelio de Mateo, y por el otro con el fin de considerar a Jesús como un nuevo Moisés. En efecto, el libro del Éxodo describe cómo el faraón ordena matar a los niños hebreos después de que sus escribas le adviertan del inminente nacimiento de una amenaza a su corona; sin embargo, los padres de Moisés son advertidos en un sueño de que la vida del niño está en peligro y actúan para salvarlo. El paralelismo con el relato de Mateo es más que evidente.

    En cuanto a la estrella, de nuevo lo más probable es que el autor de Mateo sólo intentase demostrar que las profecías relativas al Mesías se cumplieron en la persona de Jesús de Nazareth. Del mismo modo que la mula y el buey se añadieron a los belenes populares a causa del texto contenido en Isaías 1: 3 (“conoce el toro a su amo, y el asno el pesebre de sus dueños; pero Israel no conoce, mi pueblo no entiende”), la idea de que el nacimiento del Mesías coincidiría con la aparición de una estrella es antigua, y tiene su origen en el siguiente pasaje de la Torah:

    Lo veo, mas no ahora; lo diviso, pero no de cerca: ha salido una estrella de Jacob, y ha surgido un gobernante de Israel, y ha quebrado las sienes de Moab y el cráneo de todos los hijos de Set”. (Números 24:1 7).

    A partir de esa profecía muchos rabinos judíos especularon sobre esa estrella y su naturaleza. Por ejemplo, en el Midrash Aggadat ha-Masiah se dice:

    Una estrella emergerá en el este. Esta es la estrella del Mesías, y será visible en el este durante quince días”.

    También el Zohar relaciona al Mesías con una estrella en Oriente:

    Cuando el Mesías se haya manifestado a sí mismo, una estrella brotará del este”. (Zohar, volumen II, Shemot 7b).

    Hasta tal punto se vinculaba al futuro Mesías con la aparición de una estrella que al líder guerrillero judío Bar Kojba se le asignó un carácter mesiánico a través de un juego de palabras en el que se confundía su nombre con el de "Bar Kochva" (hijo de la estrella).

    En cuanto a la mención a los magos de oriente también parece tener su origen en intentar vincular con Jesús la siguiente profecía de Isaías (60: 1-7):

    Levántate, resplandece, pues llega tu luz y la gloria de Yahveh despunta sobre ti, pues he aquí que la oscuridad cubre la tierra y densa bruma los pueblos, pero sobre ti despunta Yahveh y su Gloria aparece sobre ti. Las naciones caminarán a tu luz, y los reyes al fulgor de tu aurora. Alza en torno tus ojos y mira: todas se han reunido, vienen a ti; tus hijos vienen de lejos y tus hijas son llevadas sobre la cadera. Entonces mirarás y estarás radiante, palpitará y se ensanchará tu corazón, pues a ti afluirá la riqueza del mar, la opulencia de las naciones vendrá a ti. Un aflujo de camellos te cubrirá, camellos jóvenes de Madián y Efah; todos vienen de Saba; oro e incienso traen y anuncian las loas de Yahveh. Todo el ganado menor de Qedar se congrega en torno tuyo, los carneros de Nebayot están a tu servicio, ascienden como ofrenda acepta sobre mi Altar, y glorificaré mi magnífica Casa”.

    Que se complementa a su vez con el Salmo 72:10:

    Los monarcas de de Tarsis y de las islas ofrecerán tributo; los monarcas de Saba y de Seba presentarán regalos”.


El 25 de diciembre


    La afirmación de que Jesús nació un 25 de diciembre proviene de Hipólito de Roma, que hacia el año 215 escribió:

    Porque la primera venida de nuestro Señor en la carne, cuando nació en Belén, fue el 25 de diciembre, miércoles, mientras Augusto estaba en su cuadragésimo segundo año, pero desde Adán, cinco mil quinientos años. Sufrió en el trigésimo tercer año, el 25 de marzo, viernes, el decimoctavo año de Tiberio César, mientras Rufo y Rubellio eran cónsules”.

    Antiguamente se creía que un hombre moría el mismo día de su nacimiento o de su concepción, y como se calculó que la crucifixión de Jesús se había producido un 25 de marzo, se dio por hecho que esa fue la fecha de su concepción, por lo que el nacimiento debió darse nueve meses después: el 25 de diciembre.

    Lo malo es que el relato evangélico de Lucas afirma que durante el nacimiento de Jesús había “unos pastores que pernoctaban a la intemperie” (Lc 2: 8), lo que nos hace pensar en fechas próximas al verano, nunca en invierno. Ahora bien, teniendo en cuenta que la narrativa sobre el nacimiento de Jesús parece legendaria en su totalidad, sostener que éste se produjo el 25 de diciembre es tan razonable como defender cualquier otra posibilidad.

    Es cierto, no obstante, que el 25 de diciembre es una fecha particularmente curiosa. Por ejemplo, en Grecia, los Balcanes y Turquía aún se denomina “kalikantzaros” a quien nace en ese día, en referencia a unos pequeños diablillos (los kalikantzaroi) que, según el folklore griego, habitan bajo las profundidades de la tierra, donde se dedican permanentemente a intentar cortar el tronco del árbol que sostiene el mundo con el fin de destruirlo. Según la leyenda, todos los 25 de diciembre, justo cuando el tronco está a punto de ser completamente cortado, los kalikantzaroi pueden salir a la superficie de la tierra durante unos días a causar problemas a los humanos. Ese período finaliza el 6 de enero, día en que son obligados a regresar bajo tierra para continuar con el aserrado del árbol… que mientras tanto ha curado su tronco. Los kalikantzaroi se ven así obligados a comenzar de nuevo su aserrado en un ciclo que se repite indefinidamente año tras año.

    No es la única tradición pagana asociada al 25 de diciembre. Diversas celebraciones romanas (Saturnales, Brumales, Sol Invicto…) también lo señalaban como una fecha crucial, asociada al cambio del año y al renacimiento del Sol. Y es que la reforma del calendario romano que realizó Julio César en el 45 a.C. estableció el 25 de diciembre como el día del solsticio de invierno en Europa. Curiosamente, el desfase respecto al solsticio real (21 de diciembre) también se produce entre las celebraciones de San Juan el 24 de junio y el solsticio de verano (21 de junio), y puede deberse a que desde entonces los solsticios se hayan ido adelantando lentamente año tras año debido al fenómeno astronómico de la precesión de los equinoccios.

    Sea como fuere, no parece casualidad que el nacimiento de Jesús, la luz del mundo para los cristianos, coincida precisamente con las fiestas paganas asociadas al renacimiento del sol...


©JRGA

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