Los evangelios III: autores y composición
Alrededor del año 180, el obispo Ireneo de Lyon explicó la atribución de cada uno de los cuatro evangelios canónicos a sus respectivos autores:
"Mateo publicó su propio evangelio entre los hebreos en su propia lengua, cuando Pedro y Pablo estaban predicando el evangelio en Roma y fundando la iglesia allí. Después de su partida, Marcos, el discípulo e intérprete de Pedro, él mismo nos dejó por escrito la esencia de la predicación de Pedro. Lucas, seguidor de Pablo, asentó en un libro el evangelio predicado por su maestro. Luego Juan, el discípulo del Señor, quien también se recostaba sobre su pecho, produjo su evangelio mientras vivía en Éfeso, en Asia" (Contra las herejías, 3: 3-4).
Así pues, después de nuestra introducción a los evangelios canónicos, y de tratar el problema sinóptico, toca hablar de la autoría y composición de éstos.
Marcos
El evangelio más antiguo es el de Marcos, un personaje mencionado en el libro de Hechos de los Apóstoles:
En Hch 13: 5 se indica que Marcos (Marcus en latín) era discípulo de Pedro y compañero de Pablo en su primer viaje. Por otro lado, en el final de la primera carta de Pedro (I Pedro 5: 13) éste le denomina "mi hijo". No hay por qué tomar estas palabras de forma literal, y menos aún si tenemos en cuenta que es prácticamente seguro que el autor de esa carta no fue el apóstol Pedro. No obstante, la expresión deja entrever la existencia de una tradición según la cual Marcos era más joven que Pedro y había cierta afinidad entre ambos.
El padre de la Iglesia Papías de Hierápolis, en la primera mitad del siglo II, afirmó que:
"Marcos, que fue intérprete de Pedro, escribió con exactitud todo lo que recordaba, pero no en orden de lo que el Señor dijo e hizo. Porque él no oyó ni siguió personalmente al Señor, sino, como dije, después a Pedro. Éste llevaba a cabo sus enseñanzas de acuerdo con las necesidades, pero no como quien va ordenando las palabras del Señor, más de modo que Marcos no se equivocó en absoluto cuando escribía ciertas cosas como las tenía en su memoria. Porque todo su empeño lo puso en no olvidar nada de lo que escuchó y en no escribir nada falso". (citado por Eusebio de Cesarea en Historia Eclesiástica, III 39).
El hecho de que tanto Papías como Ireneo atribuyan el evangelio de Marcos a un personaje tan oscuro y secundario como Marcos, y no a un apóstol famoso, es sin duda un indicio a favor de su autoría. Como también lo es el hecho de que la obra se encuentre repleta de expresiones y giros semíticos, como corresponde a un autor judío, o que en ella se dé por hecho que su audiencia conoce ciertos hechos cercanos en el tiempo a la muerte de Jesús (como la revuelta en la que participó Barrabás) y a ciertos personajes del Jerusalén de la época. Por ejemplo, Marcos menciona a Simón de Cirene y dice de él que era "el padre de Alejandro y Rufo" (Mc 15: 21), sin dar más detalles, asumiendo que los lectores sabrán a quiénes se refiere, y por tanto que eran contemporáneos a ellos.
Sin embargo, también existen serios indicios en contra de la autoría de Marcos:
- La obra se redactó en griego, en vez de en hebreo o en arameo, que eran los idiomas utilizados por los judíos de Palestina.
- Su autor no parece familiarizado con la geografía de Palestina.
- Utiliza continuamente la traducción al griego de la Biblia (la llamada Biblia de los Setenta) y no su versión original hebrea.
- Siempre que en la obra se menciona un término en hebreo o en arameo, su autor lo traduce al griego, como si su audiencia no estuviera familiarizada con dichos idiomas.
- En varias ocasiones se explican determinadas tradiciones judías, lo que de nuevo implica que la obra no está dirigida a un público judío sino a cristianos de fuera de Palestina. Incluso se llegan a tergiversar determinadas prácticas judías, como en Mc 7: 3 ("pues los fariseos y todos los judíos, aferrados a la tradición de los antepasados, no comen si no se lavan las manos hasta la muñeca").
- Existe una cierta actitud antijudía a lo largo de toda la obra, sobre todo a la hora de responsabilizar más de la muerte de Jesús a los miembros del Sanedrín judío que a las autoridades romanas.
La solución a este misterio es obvia: el evangelio de Marcos, tal y como lo conocemos, es una reelaboración en griego de la obra original, un protoevangelio redactado en arameo por Juan Marcos para un público judeocristiano de Palestina. Ese "Protomarcos" quizás fuese el que sirvió de base para la elaboración de Mateo y Lucas, y explicaría la existencia del papiro 7Q5 del que hablamos en este otro artículo: dicho documento no correspondería al evangelio de Marcos, fechado en torno al año 70, sino al Protomarcos, que habría sido escrito antes del año 50. El evangelio de Marcos, tal y como lo conocemos, habría sido una mera adaptación posterior del Protomarcos a una audiencia cristiana de fuera de Palestina, gentes de origen gentil y desconocedoras del hebreo o arameo. El autor de Marcos, un cristiano de lengua griega y cultura helenística, no se habría limitado a traducir el Protomarcos, sino que lo reelaboró modificándolo cuanto consideró necesario para acomodarlo a su audiencia, añadiendo además contenido proveniente de otras fuentes (quizá de tradiciones orales).
Mateo
Leví, hijo de Alfeo y probable hermano del también apóstol Santiago “el de Alfeo”, era un judío que trabajaba como recaudador de impuestos para el gobierno, y que al convertirse en apóstol pasó a llamarse “Mateo”. Ireneo se refiere a él cuando afirma que “Mateo publicó su propio evangelio entre los hebreos en su propia lengua”, pero ese evangelio al que se refiere no puede ser el evangelio de Mateo que conocemos actualmente, dado que éste se escribió en griego y no en hebreo. Es probable que Ireneo se refiriese al mismo documento al que se refería Papías cuando dijo que “Mateo compiló las logia en lenguaje hebreo, y cada persona las traducía como podía” (ver el capítulo anterior), es decir, a las Logia Iesu, que tal vez sí fuesen escritas por el apóstol Mateo en hebreo o más seguramente en arameo. Parte de ese documento se habría incorporado al evangelio de Mateo que conocemos, y quizá sea esa la razón por la que se vincula a dicho evangelio con el autor de la Logia Iesu.
En cualquier caso, el evangelio de Mateo es anónimo, no se menciona al autor en ningún momento, ni éste afirma nunca haber sido testigo ocular de los acontecimientos que describe. La mayoría de especialistas creen que su autor fue un gentil de habla griega que jamás conoció a Jesús, y datan la redacción de la obra entre el año 80 y el 90 d.C. Se debió de escribir en alguna ciudad en la que existía una gran población tanto judía como cristiana, probablemente Antioquía, aunque algunos creen que pudo ser en Alejandría (Egipto).
Sea quien fuese su autor, Mateo se redactó contando para ello con el evangelio de Marcos (o tal vez con el Protomarcos), con la fuente Q y con cierto material exclusivo proveniente probablemente de una o varias tradiciones orales de su propia comunidad cristiana (la fuente M), y que consistente casi exclusivamente en enseñanzas de Jesús: en total unos 170 versículos del evangelio.
Todo ello explica las numerosas diferencias que encontramos entre Mateo y Marcos:
- Mateo es mucho más extenso que Marcos.
- En Mateo se añade el sermón de la montaña, una sección larga sobre las enseñanzas de Jesús que no aparece en Marcos.
- En Mateo Jesús otorga mayor importancia al cumplimiento de la ley judía, más que en ningún otro evangelio (Mt 5: 17-19).
- En Mateo encontramos un énfasis mucho mayor en el cumplimiento de las profecías judías por parte de Jesús.
- En ocasiones Mateo duplica el número de personas curadas, por ejemplo mencionando a dos endemoniados gadarenos y a dos ciegos de Jericó. También habla de dos asnos utilizados por Jesús para entrar en Jerusalén.
- En Mateo se responsabiliza mucho más a las autoridades judías de la muerte de Jesús, mientras que en Marcos la responsabilidad es compartida también con Pilato. Se sabe que la revuelta judía contra los romanos (67-70 d.C.) incrementó el sentimiento antijudío entre los gentiles, también entre los cristianos de lengua griega, interesados en aparecer ajenos a las actividades subversivas antirromanas de los rebeldes judíos. Es una actitud que comenzamos a entrever en el evangelio de Mateo y no aún en Lucas, hasta el punto de que Mateo, a diferencia de Lucas, está lleno de palabras duras hacia los líderes judíos. Por ejemplo, en Mt 15: 14 Jesús se refiere a los fariseos como "guías ciegos": "si un ciego guía a un ciego, los dos caerán en la zanja". Lucas convierte (6: 39) tales palabras en una parábola, sin que se mencione en ella a los fariseos: "Les dijo también una parábola: ¿puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en la zanja?". Del mismo modo, en Mateo 3: 7-10 Jesús llama "generación de víboras" a los fariseos y saduceos, insulto que en Lucas 3: 7 es dirigido a "las multitudes" en general. Es probable que fuese el autor de Mateo quien convirtiese las palabras de Jesús en ataques a los dirigentes judíos, y no que fuese Lucas quien eliminase tales ataques. Al fin y al cabo, los primeros cristianos no tenían razón alguna para dulcificar las críticas a los judíos, con quienes se enfrentaban cada vez más, motivo por el cual es más probable que se tergiversaran las palabras de Jesús para convertirlas en un ataque contra fariseos y saduceos.
Otra circunstancia curiosa del evangelio de Mateo es que parece moldear la historia de Jesús para realizar un cierto paralelismo entre éste y Moisés, el padre de la religión judía. Al igual que éste, Jesús también es protegido de forma sobrenatural cuando el gobernante en cuestión (el faraón / Herodes) trata de destruirlo; ambos viven en Egipto de niños; ambos salen de Egipto hacia la tierra prometida; ambos cruzan las aguas (separación del Mar Rojo / el bautismo de Juan), después de lo cual ambos pasan un tiempo en el desierto siendo "probados" (cuarenta años / cuarenta días); finalmente ambos suben a la montaña para entregar la ley a los judíos (diez mandamientos en el Monte Sinaí / sermón de la montaña). Parece bastante obvio, pues, que el evangelio de Mateo pretende mostrar a Jesús como un segundo Moisés, presumiblemente de la misma importancia.
Lucas
En cuanto al tercer evangelio, comienza con una dedicatoria a un tal Teófilo:
"Puesto que muchos se pusieron a compilar un relato de los sucesos que se llevaron a cabo entre nosotros, tal como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la Palabra, también a mí me pareció escribírtelos en orden, ilustre Teófilo, después de haberlos investigado todos rigurosamente desde el comienzo, para que conozcas lo bien fundado de las enseñanzas en las que has sido instruido". (Lc 1:1-4).
Es significativo que en la primera frase se nos diga que "muchos" ya habían tratado de relatar la historia de Jesús, porque eso significa que cuando el autor se decidió a escribir su propio evangelio ya había conocido otros "muchos". Por lo que respecta a la mención a Teófilo, es un nombre que significa "amante de Dios" en griego, razón por la que desconocemos si se trataba de un individuo real o era una forma de denominar a los cristianos en general. En cualquier caso, el libro de Hechos de los Apóstoles está dedicado también a ese tal Teófilo:
"El primer tratado lo compuse, Teófilo, acerca de todo lo que Jesús empezó a hacer y enseñar hasta el día en que fue elevado después de dar órdenes, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que se había elegido, a los que, después de padecer, se presentó vivo, valiéndose de muchas pruebas convincentes, dejándose ver de ellos y hablando de lo tocante al reino de Dios por espacio de cuarenta días". (Hch 1:1-3).
Tanto la referencia a ese "primer tratado" sobre Jesús como el hecho de que ambas obras estén dedicadas a Teófilo demuestran que el autor del tercer evangelio es el mismo que el de Hechos de los Apóstoles, y que ambos libros son en realidad una misma obra en dos volúmenes: el primero, al que conocemos como "evangelio de Lucas", trata sobre el nacimiento, vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús; el segundo, de la historia de sus apóstoles después de la resurrección de Jesús.
Como hemos visto, Ireneo afirmó que el autor del tercer evangelio es Lucas (o tal vez Lucano), un médico de Antioquía discípulo de Pablo. Como en el caso de Marcos, que se atribuya el tercer evangelio a un personaje de segunda fila como Lucas y no a uno de los doce apóstoles es un indicio a favor de su autoría.
Al igual que Mateo, Lucas se elaboró a partir de Marcos, el documento Q y determinadas fuentes propias (que denominamos “L”), que Lucas modificó a su conveniencia para presentar un Jesús acorde a su propia visión. A Lucas le gustaba retratar a Jesús como un hombre sereno, calmado y que tiene todo bajo control, incluso durante su pasión. Si Marcos dice que Jesús está “horrorizado y abatido” (Mc 14: 33) o que su "alma está llena de una tristeza mortal" (Mc 14: 34), Lucas omite ambos puntos y no dice nada similar; en Marcos Jesús cae en tierra para orar, pero en Lucas simplemente se arrodilla; en Marcos, Jesús pide por tres veces a Dios que aparte de él la "copa", pero en Lucas sólo lo pide una vez, y la petición aparece precedida de un "si quieres"; en Marcos Judas besa a Jesús para traicionarle, pero en Lucas no parece que haya tal beso, sino que Jesús se anticipa y le detiene; en Marcos un discípulo hiere en la oreja al siervo del sumo sacerdote, pero en Lucas se añade que Jesús lo cura; en Marcos Jesús permanece en silencio durante su juicio, de camino al Gólgota, mientras es crucificado e incluso cuando está colgado en la cruz (con la excepción de las famosas palabras “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”), pero en Lucas, en cambio, Jesús pareciera tener la situación bajo control y se muestra locuaz tanto en el camino al Gólgota (donde se preocupa más por el destino de las mujeres que le lloran y sus hijos que el de él mismo), reza por quienes le crucifican ("padre, perdónales porque no saben lo que hacen") e incluso entabla una conversación inteligente con uno de los delincuentes crucificados con él, a quien le promete una llegada inminente al paraíso; por último, las palabras de Jesús preguntando a Dios por qué le abandona son reemplazadas por Lucas por otras que demuestran mucho más que Jesús tiene todo bajo control: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
Juan
El cuarto evangelio es sensiblemente diferente a los sinópticos, algo que el lector comprueba incluso en la primera lectura superficial del texto. Algunas de las diferencias más importantes son las siguientes:
- De los cuatro evangelios, Juan es el único en el que Jesús se declara explícitamente, no ya el hijo de Dios, sino incluso Dios mismo en algún sentido.
- El Jesús de los evangelios sinópticos es un carismático sanador del fin de los tiempos, que anuncia la inminente llegada del “hijo del hombre”, del juicio final y el reino de Dios en la tierra (por ejemplo: Mateo 10: 23 y Marcos 10: 18), mientras que en el evangelio de Juan Jesús es el Logos encarnado en la tierra, un hombre-Dios que no expulsa demonios pero sí proclama una doctrina mística diferente a la de los sinópticos. Es una versión posterior de Jesús.
- El evangelio de Juan se caracteriza por los numerosos dichos de Jesús que comienzan con la fórmula "yo soy", y que en los sinópticos no encontramos en absoluto. Dicha expresión sin duda hace referencia a Éxodo 3: 14, pasaje en el que Moisés le pregunta a Dios cuál es su nombre y éste responde “yo soy el que soy” (el propio nombre de Yahveh significa en hebreo “el que es”).
- El cuarto evangelio parece inventar determinados dichos de Jesús para hacerlos cuadrar con sus milagros (denominados “signos” en este evangelio). Así, Jesús dice que él es “el pan de vida”, es decir, el que puede proveer lo que se necesita para la vida eterna, y lo prueba multiplicando los panes para las multitudes (Juan 6); dice que él es la “luz del mundo” (Juan 8), y lo prueba curando a un ciego de nacimiento (Juan 9); dice que él es "la resurrección y la vida" y lo prueba al resucitar a un hombre de entre los muertos (Juan 11).
- La redacción tardía del evangelio de Juan no podía dejar de evidenciar la creciente grieta entre las comunidades cristiana y judía. Así, en él se presenta a "los judíos" como los enemigos de Dios y los culpables únicos de la muerte de Jesús, hasta el punto de que en Juan se niega que sean "hijos de Abraham" (título que se otorgan los judíos a sí mismos) y se afirma que en realidad son hijos del diablo (Jn 8: 39-47), como si Jesús y sus discípulos no fuesen judíos también. La preocupación de Jesús por Israel como se describe en los evangelios anteriores (Mateo 10: 5-6 y 15: 24) es desconocida para Jesús en Jn 5: 45-47 y 8: 31-47. En cambio, más de sesenta veces las palabras "judíos" y "los judíos" se usan en Juan para representar a los enemigos de Jesús, incluso por el mismo Jesús. Al referirse a la ley mosaica dice (Jn 10: 34) “vuestra Ley” en lugar de “nuestra Ley”, y declara que “todos los que vinieron antes de mí son ladrones y bandidos” (Jn 10: 8).
El discípulo amado por Jesús
Aunque es una cuestión sometida a debate, no existen pruebas sólidas de que Juan dependiese del resto de evangelios para cualquiera de sus relatos, aunque sabemos con seguridad que, aunque hubiese tenido acceso a los sinópticos, decidió no reproducir textualmente ninguna de las narraciones que encontró en ellos. El autor de Juan sin duda tuvo sus propias fuentes, concretamente unas cuatro distintas, como mínimo: una colección de los milagros de Jesús (la "fuente de las señales"); dos o más relatos de los discursos de Jesús; y una narrativa sobre la pasión. Sólo esta última parece verosímil desde un punto de vista histórico.
Respecto a la autoría de la obra, es el evangelio que más misterios plantea en ese sentido, motivo por el cual nos vamos a extender más de la cuenta a partir de aquí.
Sabemos que el cuarto evangelio fue escrito en Éfeso por algún seguidor de un supuesto "discípulo amado por Jesús", según se le denomina en la obra. Al final de la misma se indica que ese discípulo, del que se omite siempre su nombre, constituye la fuente principal de la narración:
"Este es el discípulo que testifica acerca de estas cosas, y el que escribió estas cosas, y sabemos que es válido su testimonio. Hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, que si se escribieran una por una creo que ni el mundo entero tendría sitio para los libros que habrían de escribirse". (Jn 21: 24-25).
A lo largo del evangelio se menciona otras cinco veces a ese “discípulo amado”, sin desvelar nunca su identidad:
1- Aparece reclinado junto a Jesús en la última cena y le pregunta a éste, a petición de Pedro, quién es el discípulo que lo traicionará.
2- En la crucifixión, Jesús le dice a su madre “mujer, ahí tienes a tu hijo”, mientras que al “discípulo amado” le dice “ahí tienes a tu madre”. Y se añade: “y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19: 26-27).
3- Cuando María Magdalena descubre la tumba vacía, corre a contárselo al “discípulo amado” y a Pedro. Los dos hombres corren hacia la tumba vacía y el “discípulo amado” es el primero en llegar a la tumba, aunque Pedro es el primero que entra en ella.
4- Más tarde aparece de nuevo pescando en Galilea con otros seis apóstoles.
5- A continuación, después de que Jesús le insinúe a Pedro cómo morirá, éste ve al “discí-pulo amado” siguiéndolos y pregunta “¿y éste qué?”, a lo que Jesús responde: “si quiero que éste se quede mientras vuelvo, ¿a ti qué? Tú sígueme”. En esa escena se nos explica el origen de un rumor que afirmaba que ese discípulo no moriría nunca, quizás porque murió a una edad bastante avanzada.
Además, el cuarto evangelio incluye otras dos referencias a un discípulo anónimo que generalmente se asume que es el “discípulo amado”. La primera está en Jn 1: 35-40, donde se le alude en compañía de Andrés (el hermano de Pedro), sugiriendo que ambos eran discípulos de Juan el Bautista antes de convertirse en los primeros discípulos de Jesús; la segunda referencia la encontramos en Jn 18: 15, donde se menciona a un discípulo anónimo en compañía de Pedro y que era conocido del Sumo Sacerdote, gracias a lo cual puede entrar en la casa de éste durante el interrogatorio previo al juicio de Jesús.
¿Juan Zebedeo?
A partir de estos escasos datos han surgido todo tipo de teorías sobre la identidad del “discípulo amado”. La principal de ellas, y la aceptada por la propia Iglesia, es que ese misterioso discípulo es el apóstol Juan, el hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor. A favor de esta teoría está el hecho de que Juan era un pescador galileo, y por tanto es lógico que el “discípulo amado” aparezca pescando en Galilea junto a otros discípulos. Además, los propios sinópticos nos indican en varias ocasiones que Juan fue uno de los discípulos más cercanos a Jesús, junto a su hermano Santiago y Pedro, y por ello tiene todo el sentido que se siente al lado de su maestro durante la última cena.
Por otro lado, es curioso que en el cuarto evangelio no se menciona en absoluto al apóstol Juan ni a su hermano Santiago, mientras que en los sinópticos Juan es mencionado 17 veces y Santiago 15 veces. De hecho, la única referencia directa a Juan que encontramos en el cuarto evangelio es la expresión “hijos de Zebedeo”, que aparece una única vez mientras que en los sinópticos aparece tres veces; el problema es que esa única mención está precisamente en el último capítulo (el 21), que se cree que es un añadido posterior a la obra original. La única explicación que puede haber a esta misteriosa omisión es que el autor del evangelio silenció su propio nombre y veló intencionadamente cualquier referencia directa a él mismo, presumiblemente por humildad. Pero en tal caso, ¿por qué esa insistencia en llamar constantemente la atención sobre el amor especial que Jesús le profesaba? ¿Acaso la expresión “discípulo al que Jesús amaba” no indica una cierta falta de humildad?
Podemos descartar que el evangelio fuese redactado directamente por un pescador galileo iletrado, pero si la fuente principal de la obra fue Juan el apóstol resulta extraño que en ella apenas se hable de los viajes de Jesús por Galilea en comparación con los datos abundantes que contiene sobre Jerusalén, y en especial sobre todo lo sucedido durante la última semana de vida de Jesús: su entrada triunfal, los altercados en el Templo, el juicio, la crucifixión y la resurrección. No parece casualidad que el “discípulo amado” sea mencionado explícitamente por primera vez sólo a partir de la última cena.
¿Juan el Anciano?
Es por ello que existen otras teorías sobre la auténtica identidad de ese misterioso discípulo. La más sólida e interesante es la que afirma que se trata de otro Juan, concretamente Juan el Presbítero o Juan el Anciano. En efecto, Papías (citado por Eusebio) menciona a otro Juan diferente al hijo de Zebedeo:
“No dudaré en ofrecerte, ordenadas juntamente con mis interpretaciones, cuantas noticias un día aprendí y grabé bien en mi memoria, seguro como estoy de su verdad. Porque no me complacía yo, como hacen la mayor parte, en los que mucho hablan, sino en los que dicen la verdad; ni en los que recuerdan mandamientos ajenos, sino en los que recuerdan los que fueron mandados por el Señor a nuestra fe y proceden de la verdad misma. Y si se daba el caso de venir alguno de los que habían seguido a los ancianos, yo trataba de discernir los discursos de los ancianos: qué había dicho Andrés, qué Pedro, qué Felipe, qué Tomás o Santiago, o qué Juan o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor; igualmente, lo que dice Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor. Porque no pensaba yo que los libros pudieran serme de tanto provecho como lo que viene de la palabra viva y permanente”. (Eusebio, Historia Eclesiástica III, 39).
El propio Eusebio repara en el detalle de que Papías mencione a dos discípulos distintos llamados ambos Juan, y dice:
“Se ha de observar que en estas palabras incluye dos veces el nombre de Juan. La primera vez junto con Pedro, Santiago, Mateo y los demás apóstoles [...] Pero luego, estableciendo una distinción de lenguaje, coloca a otro Juan entre aquellos que están fuera del número de los apóstoles, anteponiendo a un tal Aristión, al cual llama expresamente presbítero [del griego πρεσβύτερος, “anciano”]. De modo que por estos dichos se comprueba la verdad de la historia de los que dicen que en Asia hubo dos personas que llevaron el mismo nombre de Juan, que en Éfeso hay dos sepulcros, y que todavía se dice que ambos son de Juan [...]” (Eusebio, Historia Eclesiástica III, 39: 4-7).
También Dionisio de Alejandría (siglo III) afirmó que en Éfeso había dos tumbas, “diciéndose de cada una de ellas que es la de Juan”. Y Polícrates, obispo de Éfeso en el siglo II y también citado por Eusebio, menciona a un Juan “que descansó en el pecho de nuestro Señor, que también fue un sacerdote, y lució la insignia sacerdotal, mártir y maestro”, y que “está enterrado en Éfeso” (Eusebio, Historia Eclesiástica V, 24).
La idea de que el “discípulo amado” fuese un sacerdote explicaría que el cuarto evangelio contenga referencias bastante exactas al ritual judío y el culto del templo (por ejemplo, la afirmación de que los sacerdotes no entraban en el pretorio de Pilato para evitar la impureza); o que en la obra aparezca un personaje como Nicodemo, fariseo y miembro del Sanedrín, que no encontramos en los sinópticos; o que el “discípulo amado”, a pesar de llegar el primero al sepulcro de Jesús, no penetre en él hasta después de que lo haya hecho Pedro, es decir, hasta estar completamente seguro de que no había allí ningún resto humano con el que poder contaminarse, que es la razón por la que los sacerdotes judíos tenían prohibido el contacto con cadáveres; o que fuese conocido del sumo sacerdote, lo que le permite acceder a la casa de éste y presenciar el interrogatorio a Jesús…
Abundando en esta teoría, es probable que el “discípulo amado” no fuese galileo sino de Jerusalén, y que únicamente siguiese a Jesús durante su última semana de vida; eso explicaría que, a diferencia de los sinópticos, el marco geográfico del cuarto evangelio sea Jerusalén y no Galilea, así como la gran cantidad de detalles que ofrece sobre aquella semana.
¿Juan Marcos?
¿Tenemos alguna referencia a ese “Juan el Anciano” en el Nuevo Testamento? No explícitamente, desde luego, pero sí que se nombra a un Juan diferente a Juan Zebedeo: el evangelista Marcos. En efecto, sabemos que residía en Jerusalén y que su auténtico nombre era Juan, siendo Marcus su apodo latino. Ya vimos que en Hc 12: 12 se nos dice que “muchos estaban reunidos orando” en “la casa de María, la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos”.
De ese breve pasaje se pueden extraer varias conclusiones. Para empezar, Juan Marcos debía pertenecer a una familia acaudalada porque su casa era lo bastante grande como para que en ella cupiesen “muchos”. Por otro lado, debía ser un hombre lo bastante joven como para que no se aluda a su propia casa sino a la de su madre. Esa juventud explicaría que llegase al sepulcro de Jesús antes que Pedro, a pesar de haber salido ambos a la vez, y quizás fuese la causa de aquella leyenda que decía que nunca moriría: debió ser uno de los últimos discípulos de Jesús en morir.
Sea como fuere, el pasaje deja claro que la casa de Marcos sirvió como refugio de los discípulos de Jesús en los días inmediatamente posteriores a la muerte de éste, lo que justificaría la afirmación del cuarto evangelio de que la madre de Jesús comenzó a ser acogida en la casa del “discípulo amado” a partir de la ejecución de su hijo.
Ahora bien, si los discípulos de Jesús se reunían en la casa de Marcos después de la muerte de su maestro… ¿no pudieron haberlo hecho también con anterioridad? Si tenemos en cuenta que en la última cena participaron no menos de trece comensales, y que por tanto debió celebrarse en una casa lo suficientemente grande como para poder albergar a ese número de personas sólo en su comedor, la vivienda familiar de Marcos debió ser el lugar ideal. Si Marcos fue el anfitrión de la cena, el protocolo marcaba que se colocara la derecha del invitado de honor (Jesús), y que ambos se sentaran en la parte central de la U que formaban las mesas de la celebración. Por eso Marcos pudo reclinarse junto a Jesús, tal y como nos indica el cuarto evangelio que hizo el “discípulo amado”.
Es cierto que no tenemos constancia de que Juan Marcos fuese sacerdote, pero sí sabemos que tenía parientes entre la clase sacerdotal (su primo Bernabé era levita y por tanto sacerdote, según se indica en Hc 4: 36) y que su familia era acaudalada, lo que puede deberse a que su padre fuese un sacerdote del Sanedrín de Jerusalén.
Por último, no hay que olvidar que, al igual que Marcos fue intérprete de Pedro (quien supuestamente lo denomina “mi hijo” en I Pedro 5: 13), el “discípulo amado” también parece tener muy buena relación con éste: demuestran tener cierta complicidad durante la última cena, se encuentran el uno junto al otro tras la detención de Jesús, y marchan juntos a la tumba de éste cuando María Magdalena les avisa de que está vacía.
Puede objetarse la enorme diferencia que hay entre el contenido del cuarto evangelio y el de Marcos, algo ciertamente extraño si la fuente de ambas obras fuese la misma persona. En ese sentido cabe señalar que Marcos no escribió directamente ninguno de esos evangelios. Si bien es probable que escribiese su protoevangelio en Jerusalén antes del año 50 para un público exclusivamente judío, el cuarto evangelio es exclusivamente la obra de algún seguidor suyo, que lo redactó en Éfeso varios años después de que Juan Marcos hubiese muerto a partir de los recuerdos de éste. Es seguro que durante ese tiempo dichos recuerdos se alterarían, mientras que se olvidaron determinados detalles y se inventaron algunos nuevos. Del mismo modo, es probable que el Protomarcos sufriese profundos cambios por parte del autor que decidió utilizarlo como base para su propio evangelio dirigido a un público gentil, el que conocemos actualmente como “evangelio de Marcos”.
La confusión entre Juan Zebedeo y Juan Marcos
Esta teoría parece que logra encajar todas las piezas del puzzle, salvo dos: si el “discípulo amado” era en realidad un sacerdote de Jerusalén… ¿por qué aparece también pescando en Galilea junto con el resto de apóstoles? ¿Y por qué el cuarto evangelio no menciona nunca a Juan Zebedeo?
En mi opinión, es probable que a lo largo de los años la comunidad cristiana de Éfeso comenzase a confundir a Juan Marcos, cuyos recuerdos constituyeron la fuente original del conocimiento de esta iglesia sobre Jesús y sus discípulos, con el apóstol Juan. La idea de que disfrutaba de una relación especial y en cierto sentido privilegiada con Jesús debió ser transmitida por el propio Marcos a sus seguidores de Éfeso, por lo que éstos llegarían a la evidente conclusión de que dicha relación estaría como mínimo al mismo nivel que la que tenía Jesús con sus apóstoles. Y si existía un apóstol que se llamaba Juan… ¿no serían éste y Juan Marcos la misma persona? Al fin y al cabo, Juan Zebedeo formaba parte del círculo más íntimo de Jesús, junto con su hermano Santiago y el propio Pedro, como correspondería al discípulo más amado de todos…
Con el paso de los años, y una vez fallecido ya Juan Marcos, se comenzaron a distorsionar los recuerdos que contó a sus discípulos; de ahí la necesidad que sintieron éstos de poner por escrito de una vez todo lo que su maestro y otras fuentes les habían transmitido, antes de que se olvidase para siempre o se distorsionase irremediablemente. Fue entonces cuando algún miembro de la iglesia de Éfeso decidió redactar el cuarto evangelio, omitiendo siempre el nombre de su principal fuente a causa de la humildad que sabía que caracterizaba a Juan Marcos; sin embargo, no pudo evitar destacar en varias ocasiones la supuesta predilección que sentía Jesús por él.
A favor de esta teoría tenemos el hecho de que existiese el rumor de que en Éfeso estaban enterrados tanto Juan Zebedeo como Juan el Anciano (Marcos); sería una casualidad enorme que dos discípulos de Jesús llamados “Juan” terminasen sus días en el mismo lugar, por lo que es probable que no se trate más que de una leyenda que debió surgir cuando la iglesia de Éfeso empezó a confundir a los dos personajes, y antes de que ambos se terminasen fusionando en uno solo. Al fin y al cabo, si bien es probable que Juan el Anciano muriese en Éfeso, tenemos serios indicios de que Juan Zebedeo murió ejecutado en su Palestina de origen.
©JRGA
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