Los nueve mil millones de nombres de Dios

(Arthur C. Clarke, 1953) El doctor Wagner se contuvo haciendo un esfuerzo. La cosa tenía mérito. Después dijo: -Su pedido es un poco desconcertante. Que yo sepa, es la primera vez que un monasterio tibetano encarga una máquina de calcular electrónica. No quisiera parecer curioso, pero estaba lejos de pensar que un establecimiento de esta naturaleza tuviese necesidad de aquella máquina. ¿Puedo preguntarle qué piensa hacer con ella? El lama se ajustó los faldones de su túnica de seda y dejó sobre la mesa la regla de cálculo con la que acababa de hacer la conversión de libras en dólares. -Con mucho gusto. Su calculadora electrónica tipo cinco puede hacer, si su catálogo no miente, todas las operaciones matemáticas hasta diez decimales. Sin embargo, me interesan letras y no números. Tendría que pedirles que modificasen el circuito de salida, de modo que imprimiese letras en vez de columnas de cifras. -No acabo de comprender… -Desde la fundación de nuestro monasterio, hace más de tres ...