Nuestro futuro más lejano
La pregunta parte de un presupuesto que en realidad no está nada claro: que la humanidad siga existiendo a largo plazo. Y es que nuestra especie puede sufrir en cualquier momento una catástrofe global (una guerra nuclear, un cataclismo climático, una pandemia mortal, el choque con un asteroide o cometa…) que nos haga desaparecer del planeta, como sucedió con los grandes dinosaurios hace 66 millones de años.
No obstante, asumamos por un momento que la humanidad logra superar con éxito sus desafíos a corto y medio plazo: ¿cuál será su futuro posteriormente?
Es complicado responder esta pregunta. Los vientos de la historia cambian continuamente, y nos llevan por derroteros que muchas veces parecían a priori improbables. Sin embargo, existen determinadas tendencias históricas que probablemente seguirán desarrollándose en el futuro. Por ejemplo, la globalización política, económica y cultural seguramente siga su curso, aunque en ocasiones pueda ser interrumpida momentáneamente por enfrentamientos debidos a los intereses de las diferentes potencias. Presumiblemente el proceso desembocará en la unificación de toda la humanidad en un único sistema de carácter planetario que evite por fin que diferencias nacionales o de cualquier otra índole generen nuevos enfrentamientos armados.
¿Hay algo más que podamos aventurar con bastante seguridad?
Sí. Lo hay.
Como es obvio para todo el mundo, nuestro planeta es finito. Eso significa que sus recursos son limitados, y antes o después se agotarán. La humanidad se verá obligada entonces a abandonar la Tierra y colonizar otros planetas, bien para extraer sus recursos y enviarlos a la Tierra, bien para aprovecharlos en las colonias permanentes instaladas en esos mismos mundos.
Por supuesto, siempre cabe la posibilidad de que la humanidad encuentre algún modo de reciclar de forma efectiva todos los recursos que consume y evitar así su agotamiento en la Tierra. E incluso podemos imaginar algún tipo de sistema tecnológico que logre la transmutación de unos elementos en otros para fabricar así cuantos recursos necesitemos, y de cualquier tipo. Por qué no.
El problema es que la propia Tierra no durará más allá de unos pocos miles de millones de años. Cuando el Sol comience a agotar su combustible de hidrógeno dejará de ser una enana amarilla y se convertirá en una gigante roja, y en ese proceso expandirá enormemente sus límites y engullirá a todos los planetas interiores del sistema solar: Mercurio, Venus, Marte… y nuestro propio planeta. La humanidad entera perecerá víctima de un calor extremo, justo antes de que la Tierra sea vaporizada y desaparezca para siempre.
Eso sucederá dentro de unos cinco mil millones de años, y esa es la fecha límite que tendrá la humanidad para salir de este planeta y colonizar otros mundos.
Decía Carl Sagan que “la Tierra es la cuna de la humanidad, pero uno no puede permanecer en la cuna para siempre”. En el fondo, será un proceso inevitable que muy probablemente suceda antes de que nos veamos obligados a llevarlo a cabo debido a las circunstancias. Al fin y al cabo la vida siempre tiende a extenderse, a llegar cada vez más lejos, y nuestra especie no constituye una excepción a dicha norma. La humanidad se expandió poco a poco por todos los continentes después de aparecer en África hace alrededor de dos millones de años; posteriormente, distintos pueblos y culturas también viajaron por todo el mundo y entraron en contacto con otros pueblos; y finalmente, en 1969, la humanidad alcanzó la Luna. En la actualidad hay distintos proyectos en marcha con el fin de poner un pie en Marte en las próximas décadas.
Es probable que nuestra salida al cosmos se desarrolle por etapas, y no parece haber problema alguno en las etapas iniciales: primero se instalan bases permanentes en la Luna, luego se coloniza Marte y finalmente iniciamos la exploración de los planetas exteriores: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, y todos los satélites de éstos.
El mayor problema reside en las etapas siguientes, porque con la tecnología actual no será posible salir fuera del sistema solar. Si queremos realizar viajes interestelares mínimamente prácticos (algo necesario para poder colonizar cualquier planeta extrasolar) será necesario superar de algún modo el límite físico de la velocidad de la luz, tal vez mediante motores de curvatura como el de Alcubierre. Y aunque hoy suene a ciencia-ficción, es de esperar que antes o después la humanidad se tome en serio este reto e invierta en él los recursos que se necesitan para superarlo. Al fin y al cabo, en el siglo XVI un viaje entre Europa y América duraba meses, y no se sospechaba siquiera que algún día inventaríamos aviones y reduciríamos esa duración a unas pocas horas.
Pero si finalmente lo conseguimos, y descubrimos algún modo de viajar por toda la galaxia con la misma facilidad con la que hoy viajamos por todo el mundo, el ser humano podrá visitar cualquier planeta apto para la vida e instalarse en él.
A partir de ahí, la ciencia-ficción nos ha acostumbrado a imaginar la colonización de otro planeta mediante grandes infraestructuras cerradas herméticamente, instaladas en una superficie fría y muerta a la que los seres humanos no podrán salir. Y es posible que el proceso pueda comenzar de esa manera, pero lo más probable es que la colonia terraformice rápidamente el planeta llevando a él todo tipo de especies vegetales y animales. Tal vez en unos pocos años la superficie del planeta sea parecida a la de la propia Tierra.
Continuando con ese razonamiento, es posible que, después de mucho tiempo, las colonias incluso olviden sus orígenes y no recuerden que sus antepasados vinieron de un lejano planeta llamado Tierra.
Quién sabe, puede que la mayor parte de la historia de la humanidad se desarrolle precisamente a partir de ese momento y en diferentes mundos, independientes unos de otros…
©JRGA
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