Monolitos y evolución: simbolismo en «2001: Una odisea del espacio»


    La innegable calidad artística de «2001: Una odisea del espacio» (1968) a varios niveles (visual, musical y cinematográfico en general) hacen de esta película una obra maestra cuyo argumento, sin embargo, no resulta fácil de comprender para el espectador. Es cierto que la novela que escribió Arthur C. Clarke de forma paralela al guión del film pretende aclarar los puntos más enigmáticos de éste, pero da la impresión de que Clarke se haya limitado a intentar explicar (de forma demasiado literal, a mi juicio) determinados elementos simbólicos de la película que él mismo no entendía del todo. Por ello vamos a intentar analizar «2001» bajo una nueva perspectiva ajena a la interpretación de Clarke. Huelga decir que resulta indispensable haber visto la película antes de leer este post, dado que los spoilers son continuos a lo largo del mismo.

    Lo primero que debemos aclarar es que el leitmotiv del film es la evolución, y absolutamente todo el argumento gira en torno a ésta. En la primera parte de la obra, ambientada hace varios millones de años, se nos muestran las dificultades extremas a las que se enfrenta un grupo de homínidos en su particular lucha por la supervivencia: choques violentos con otros grupos rivales por los recursos naturales (una charca de agua en un clima desértico), ataques de depredadores (leopardos), etc. Incluso llegamos a ver el angustioso terror que se apodera del grupo por las noches.




    Sin embargo todo cambia a partir de que una mañana, misteriosamente, aparece un monolito negro (de dimensiones 1 x 4 x 9, los cuadrados de los tres primeros números naturales) a la entrada de la caverna en la que vive el clan. Éste reacciona primero con miedo, y luego con curiosidad, hasta el punto de atreverse a tocar el enigmático artefacto. Poco después uno de los homínidos observa de forma reflexiva un montón de huesos y comienza a experimentar con uno de ellos, golpeando al resto y comprendiendo así que puede ser usado como arma. A partir de ahí, armados con huesos robustos, el clan de homínidos consigue no sólo imponerse frente a sus rivales, apoderándose por fin de la charca de la que anteriormente fueron expulsados, sino también empezar a cazar a otros animales para alimentarse con ellos. La supervivencia del grupo queda así asegurada, por lo que el enigmático monolito, al aumentar la inteligencia de los homínidos de alguna forma desconocida, los ha ayudado en su evolución. Se trata, como indica el propio título de esta primera parte de la película, de «el amanecer del hombre».

    En una genial elipsis la película nos muestra a uno de los homínidos lanzando triunfalmente un hueso al aire que se transforma instantáneamente en un satélite artificial orbitando alrededor de la Tierra. Aquella primera herramienta humana (el hueso utilizado como arma) nos ha llevado hasta el año 2001, una época en la que el ser humano ya dispone de instalaciones permanentes en la Luna y los viajes entre ésta y la Tierra son habituales.

    En ese momento descubrimos un segundo monolito enterrado bajo el cráter lunar Tycho (el TMA-1) y que emite una señal de radio, cuya orientación hacia Júpiter se nos revelará más tarde. Es por ello que se pone en marcha la misión Discovery con rumbo a dicho planeta. Y de nuevo se nos muestra una nueva evolución de la inteligencia, esta vez artificial: el ordenador HAL 9000 llega a tal grado de complejidad que empieza a adquirir características humanas como la curiosidad, el error (el incidente con la unidad AE-35), el miedo o el instinto de supervivencia. Su «humanidad» llega hasta el punto de que, al ser desconectado por el astronauta Dave Bowman, agoniza retrotrayéndose hasta su propia «infancia» al cantar «Daisy Bell», tal y como le enseñó su programador.




    Finalmente, la tercera y última parte de la película («Júpiter y más allá del infinito») se inicia cuando Bowman llega a Júpiter y entra en contacto con un nuevo y enorme monolito que orbita alrededor del planeta. Entonces Bowman sufre una serie de experiencias que constituyen la parte más oscura y enigmática del film pero que, de nuevo, representan la evolución que sufre la mente de Bowman gracias al contacto con el monolito.

    Primero vemos una serie de imágenes visuales que no representan más que esa transformación en sí, dando a entender que Bowman empieza a ver la realidad de una forma mucho más profunda: ve galaxias, estrellas, planetas, la creación, el infinito… representado todo ello con un despliegue de luz y color en infinidad de formas y expresiones. Y todo ello lo ve desde distintos y nuevos puntos de vista, que aparecen representados mediante los distintos colores con los que se muestra su ojo. La transformación que sufre su inteligencia es tan enorme que le cuesta asimilarla, hasta el punto de que su rostro aparece extasiado una vez que la transformación ha terminado.




    Entonces es cuando Bowman comprende lo sucedido. Se nos muestra una habitación antigua y de muebles antiguos al estilo Luis XVI con un suelo futurista (un contraste que también observamos en la banda sonora del film, en la que se mezclan obras clásicas de Johann y Richard Strauss con composiciones contemporáneas de Ligeti), todo lo cual representa lo obsoletas que se han quedado las antiguas herramientas del ser humano, como las naves espaciales o los ordenadores (representados por los muebles de la habitación), en comparación con el terreno absolutamente novedoso que es el espacio exterior que está intentando explorar ahora (representado por el suelo futurista). Al fin y al cabo, la misión a Júpiter nos ha mostrado los innumerables problemas a los que se enfrenta la humanidad, en su actual nivel evolutivo, a la hora de explorar el Cosmos: viajes larguísimos, de meses o años de duración, sólo para alcanzar un planeta cercano como Júpiter (vemos continuamente el tedio y aburrimiento de Poole y Bowman, que se dedican simplemente a hacer footing, jugar al ajedrez o dibujar; no por casualidad la propia película desarrolla la acción muy lentamente); la hibernación de la mayor parte de la tripulación para ahorrar energía; la dificultar de comunicarse con la Tierra cuando los mensajes tardan varios minutos en llegar de un destino a otro; dejar en manos de un ordenador falible el gobierno de la nave… El resultado de todo ello es el fallo de HAL y la muerte de casi toda la tripulación, es decir, un auténtico desastre, lo que revela lo poco preparada que está la humanidad para los viajes espaciales.

    A continuación vemos a un Bowman cada vez más envejecido, representando lo anticuado que ha quedado ya el ser humano. El anciano se sienta a la mesa para comer (en esencia un trabajo o esfuerzo, realizado además de forma exasperadamente lenta, al igual que el viaje a Júpiter) cuando de repente ocurre un accidente: el viejo Bowman tira la copa al suelo y la rompe en añicos. Simboliza el fallo de HAL y el desastre de todo lo ocurrido en la Discovery. Bowman reflexiona sobre lo sucedido y es entonces cuando se da cuenta de que en la cama hay otro Bowman ya moribundo, que señala al monolito justo antes de morir, explicándonos así que éste es la causa directa de su muerte (la muerte del antiguo Bowman humano). La película termina cuando vemos a un nuevo Bowman recién nacido y con ojos inteligentes dominando la Tierra, es decir, al nuevo ser suprahumano que antes era Bowman y al que ha dado origen el monolito.



    En resumidas cuentas, «2001» es la historia de cómo unos seres superiores (cuya naturaleza no se especifica en ningún momento) dirigieron y prepararon la evolución futura del ser humano hace varios millones de años utilizando para ello varios monolitos diferentes: uno colocado en la sabana africana para ayudar a la evolución de nuestros antepasados homínidos, otro enterrado en la Luna para que lo encontráramos una vez que llegásemos a ella y que tendría como única función dirigirnos hacia Júpiter, y un tercero orbitando dicho planeta y que estaría esperándonos cuando hayamos llegado al nivel tecnológico necesario para poder realizar viajes interplanetarios, momento en el cual será necesario dar el siguiente paso evolutivo. En él nos libraríamos de la pesada carga que supone nuestro cuerpo material y nuestra limitada inteligencia a la hora de explorar el Cosmos. Bowman se convierte así en un nuevo ser mucho más inteligente que ahora puede explorar y conocer el Universo sin las limitaciones corporales y materiales que padecía cuando era un mero ser humano. Un salto evolutivo de una magnitud similar al que dimos cuando dejamos de ser primates para convertirnos en humanos.


©JRGA


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