Alma frente a ego: la búsqueda de la espiritualidad
Cursos de mindfulness, conferencias de coaching espiritual, gimnasios impartiendo yoga, redes sociales inundadas de frases motivacionales… En las últimas décadas se ha puesto de moda en Occidente una nueva espiritualidad laica basada en el propio ego, centrada en nosotros mismos, en nuestros sentimientos y en nuestras necesidades. Mediante una filosofía superficial, que suele abusar de conceptos pretendidamente científicos como “energía” o “vibración”, se nos promete alcanzar la felicidad si aumentamos nuestra autoestima, si descubrimos que lo más importante es el yo y no los demás.
Esta espiritualidad moderna y de baratillo triunfa porque es muy cómoda: no exige transformación ni sacrificio, sino autoafirmación; no nos interpela en lo más hondo ni nos pide que atravesemos el sufrimiento, que renunciemos a nada o que abandonemos nuestros hábitos, miedos o pasiones. Al contrario, nos dice que ya somos valiosos tal como somos, que todo lo que sentimos está bien y que basta con “pensar en positivo” para que el universo nos recompense. Se trata, en fin, de una tendencia muy propia de una sociedad individualista y egoísta como la nuestra.
Frente a este panorama, la espiritualidad clásica ha quedado marginada, reducida casi a la nada, como una excentricidad propia de gente anclada en el pasado. Y es que la antigua espiritualidad exige lo contrario de lo que propone la moda actual: humildad, desapego, disciplina y olvido de uno mismo. No se propone hacernos sentir mejor, sino hacernos mejores; no busca aumentar nuestra autoestima, sino enseñarnos a olvidarnos del yo. Nos invita a renunciar a todo deseo y, en vez de centrarnos en nuestras emociones, nos pide que las aquietemos; lejos de enseñarnos a amarnos a nosotros mismos, nos llama a olvidarnos de nosotros para amar a los demás y a lo que está más allá de nosotros: la divinidad. No busca alimentar el ego, sino el alma.
Es una espiritualidad profunda, exigente, larga y dolorosa, pero también real. Y si bien con ella no obtenemos esa gratificación inmediata (aunque fugaz) que ofrece la espiritualidad moderna, nos transforma, nos purifica y nos libera de verdad.
Ahora bien, una de las razones por las que la espiritualidad clásica ha perdido peso en la cultura contemporánea es que la mayoría de la gente ya no sabe ni dónde buscarla. No sabe qué textos leer, qué autores consultar ni cómo adentrarse en ese camino. Se ha roto la cadena de transmisión de una sabiduría que durante siglos fue cultivada, comentada y vivida por monjes, místicos, ascetas y pensadores. Y, pese a que todo el mundo ha oído hablar de Paulo Coelho, a poca gente le suena el nombre de Francisco de Osuna.
Es por ello que, para quienes tengan algún interés en adentrarse por esa vía, he decidido aportar una selección de textos de referencia pertenecientes a diversas tradiciones religiosas.
Para comenzar, el autor místico cristiano por excelencia es, sin duda, San Juan de la Cruz. Todos sus escritos (Subida al Monte Carmelo, Noche oscura del alma, Cántico espiritual, Llama de amor viva, entre otros) están recogidos en esta edición de sus obras completas realizada por la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos):
La otra gran representante de la espiritualidad cristiana es, por supuesto, Santa Teresa de Jesús. En este ejemplar de sus obras completas, publicado también por la BAC, encontramos textos indispensables como El libro de la vida, Camino de perfección y Las Moradas o Castillo interior:
Otro texto que ejerció influencia sobre Santa Teresa fue el breve manual Tratado de la oración y la meditación (1556), del reformador franciscano San Pedro de Alcántara. Se trata de una guía sencilla que enseña cómo meditar sobre los misterios cristianos, cómo prepararse interiormente, cómo resistir las distracciones y cómo avanzar hacia una oración más pura. Propone un camino en el que la meditación lleva al recogimiento, y éste a la contemplación:
De la misma época (1556) es el Directorio de contemplativos, del místico flamenco Enrique Herp. Se trata de un manual de vida interior dirigido a quienes han sido llamados a una vocación de oración y contemplación profunda:
En este volumen se recogen dos obras diferentes: por un lado, el Via Spiritus (alrededor de 1500) del místico cordobés Bernabé de Palma, un texto que sirvió de referencia a autores espirituales posteriores; y por otro, la Subida del Monte Sión por la vía contemplativa (1535), del médico franciscano Bernardino de Laredo, donde se proponen cinco grados de contemplación: lección, oración, meditación, contemplación y espiritualidad:
El Combate espiritual (1589), del italiano Lorenzo Scupoli, trata sobre la lucha constante contra el enemigo (que no es otro que el propio ego mal ordenado) y cómo vencerlo mediante el dominio de los impulsos, la renuncia a la voluntad propia y la confianza en la gracia divina. En esta edición concreta se ha adaptado el texto al lenguaje moderno, con un resultado muy digno y fácil de leer:
El Imitación de Cristo (1418), de Tomás de Kempis, tiene como objetivo, según afirma el propio libro (en este caso en una edición en miniatura), “instruir al alma en la perfección cristiana, proponiéndole como modelo al mismo Jesucristo”. Es un clásico de la espiritualidad cristiana, una guía para la vida interior basada en la renuncia al mundo, la humildad, la comunión con Cristo y la vida oculta:
No obstante, siempre es aconsejable acudir al texto cristiano por excelencia: la Biblia. Existen diversas versiones, pero en mi opinión la mejor es la traducción de Cantera-Iglesias, que ofrece una versión lo más literal posible de los textos originales en hebreo, arameo y griego, proponiendo además alternativas cuando el sentido es dudoso:
Desde un punto de vista cristiano, el núcleo bíblico de la espiritualidad se encuentra en el Nuevo Testamento. En este caso, contamos con una versión independiente y bastante fiable a cargo de Manuel Iglesias:
Pero la espiritualidad no reside exclusivamente en el cristianismo. También en otras tradiciones religiosas encontramos obras profundamente espirituales, comenzando por el Corán musulmán (el ejemplar que aquí se presenta es una edición de 1931 que utiliza la grafía antigua):
Si nos dirigimos hacia las religiones orientales, podemos comenzar con los Upanishads hindúes, escritos en torno al año 300 a. C., y que constituyen los textos fundamentales del Vedānta:
Bastante más conocido es el Bhagavad-Gītā, o Canto del Bienaventurado, que forma parte del gran poema épico hindú Mahābhārata:
El yoga, como disciplina espiritual nacida en la India, tiene como texto fundamental el Yoga Sūtra. En este caso, el ejemplar mostrado es una traducción propia que realicé en su día, y que también está disponible aquí para descarga en formato digital:
Otro texto sagrado del budismo theravāda es el Anguttara Nikāya, una recopilación de discursos del Buda que abordan cuestiones como la disciplina mental, la sabiduría, los obstáculos espirituales y las cualidades que conducen al despertar:
El Bodhisattvacharyāvatāra, o Guía para el modo de vida del Bodhisattva, fue escrito en el siglo VIII por el monje indio Shāntideva. Es uno de los textos más utilizados dentro del budismo tibetano:
El Bardo Thödol, conocido en occidente como El libro tibetano de los muertos, es otro texto clave del budismo tibetano. Su propósito es guiar al espíritu en el proceso de la muerte y en la transición hacia la reencarnación:
Por último (pero no menos importante), el texto fundamental del taoísmo es el Tao Te King, de Lao Tsé. Se trata de una obra breve, pero profunda, que resulta muy fácil de leer en esta versión, probablemente una de las mejores disponibles:
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