Horror vacui




    Sientes un vacío en tu vida. Has intentado llenarlo de distintas maneras, pero nunca lo has conseguido y ahí permanece.

    ¿Sabes por qué?

    Porque tras todos los años dedicados a trabajar para beneficio de la empresa de turno; tras todos los productos que has consumido a lo largo de tu vida y que crees que la hicieron un poco mejor; tras los likes que recibes en redes sociales; tras tu mitomanía deportiva; tras todos los ídolos de barro que adoraste; tras los muchos viajes que has realizado y los preciosos paisajes que has conocido; tras los éxitos que has obtenido en la vida; tras el estatus económico, laboral o social que crees haber alcanzado; tras los innumerables placeres físicos que has disfrutado fugazmente, tras todo ello... realmente no hay nada.

    Te has dado cuenta de que no es un vacío material, y por eso has probado también con amistades, relaciones de pareja, fundando familias o adoptando mascotas... pero el vacío sigue ahí, aunque lo hayas enmascarado un poco más. Porque tampoco es un vacío social ni amoroso.

    Una y otra vez sigues intentando llenarlo, y una y otra vez sigues sintiendo un profundo vacío dentro de ti. Porque no se trata de una falta material o de personas que puedan proporcionarte compañía o afecto. No es un vacío que pueda ser llenado por lo que el mundo exterior te ofrece, y todo aquello con lo que has intentado llenarlo no son más que manifestaciones externas que no pueden tocar esa dimensión interna que te falta. Es un vacío que está más allá de lo tangible, de lo físico o de lo que la sociedad establece como éxito. Es una carencia del ser, un anhelo profundo que solo puede ser satisfecho a un nivel trascendental.

    Este vacío tiene su origen en algo que va más allá de la rutina diaria, de los placeres temporales o de los logros efímeros. Es el eco de una necesidad interior por sentir un propósito profundo, de encontrar un significado que no dependa de lo superficial. Es un vacío de naturaleza espiritual y tiene que ver con tu yo más elemental, que te implora que atiendas su necesidad más básica. Lo que buscas no es algo que se pueda comprar, acumular, consumir o ni siquiera tocar, ni puede ser dado por nadie. Nace de tu interior, de tu relación con lo más esencial de tu ser, con esa identidad propia que permanece a lo largo de los años, desde que fuiste niño hasta que seas viejo, y que te hace ser quien eres. 

    Lo que sientes es un recordatorio de que hay algo más grande que tú mismo, algo que te llama a reconocer tu verdadera naturaleza, a comprender el significado de tu existencia. Cuando percibes que la vida no se reduce sólo a trabajar, consumir o disfrutar, y comprendes que formas parte de algo mayor y más importante, y que tu vida tiene un propósito que trasciende lo físico, el sufrimiento y la incertidumbre de la vida cotidiana pierden un poco de su peso y la sensación de vacío se disipa.

    En algunas ocasiones podemos llegar a sentir puntualmente esa realidad mayor a través del arte, la belleza y el amor universal y desinteresado, y sin duda la religión es una expresión de esa dimensión espiritual a la que me refiero. Pero también puede ser experimentada a través de otras vías, como por ejemplo la meditación, la introspección profunda y la búsqueda personal del conocimiento, el anhelo de comprender la realidad última de este mundo y del universo. La exploración de los misterios del cosmos y la búsqueda de respuestas a las grandes preguntas de la vida (el propósito de nuestra existencia, la naturaleza de la conciencia, el enigma de la muerte, o el origen y destino del universo) es un camino profundamente espiritual que, en última instancia, nos conecta con lo trascendental y nos recuerda que "no sólo de pan vive el hombre" (Mateo 4:4).


©JRGA



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