Horror vacui
Este vacío tiene su origen en algo que va más allá de la rutina diaria, de los placeres temporales o de los logros efímeros. Es el eco de una necesidad interior por sentir un propósito profundo, de encontrar un significado que no dependa de lo superficial. Es un vacío de naturaleza espiritual y tiene que ver con tu yo más elemental, que te implora que atiendas su necesidad más básica. Lo que buscas no es algo que se pueda comprar, acumular, consumir o ni siquiera tocar, ni puede ser dado por nadie. Nace de tu interior, de tu relación con lo más esencial de tu ser, con esa identidad propia que permanece a lo largo de los años, desde que fuiste niño hasta que seas viejo, y que te hace ser quien eres.
Lo que sientes es un recordatorio de que hay algo más grande que tú mismo, algo que te llama a reconocer tu verdadera naturaleza, a comprender el significado de tu existencia. Cuando percibes que la vida no se reduce sólo a trabajar, consumir o disfrutar, y comprendes que formas parte de algo mayor y más importante, y que tu vida tiene un propósito que trasciende lo físico, el sufrimiento y la incertidumbre de la vida cotidiana pierden un poco de su peso y la sensación de vacío se disipa.
En algunas ocasiones podemos llegar a sentir puntualmente esa realidad mayor a través del arte, la belleza y el amor universal y desinteresado, y sin duda la religión es una expresión de esa dimensión espiritual a la que me refiero. Pero también puede ser experimentada a través de otras vías, como por ejemplo la meditación, la introspección profunda y la búsqueda personal del conocimiento, el anhelo de comprender la realidad última de este mundo y del universo. La exploración de los misterios del cosmos y la búsqueda de respuestas a las grandes preguntas de la vida (el propósito de nuestra existencia, la naturaleza de la conciencia, el enigma de la muerte, o el origen y destino del universo) es un camino profundamente espiritual que, en última instancia, nos conecta con lo trascendental y nos recuerda que "no sólo de pan vive el hombre" (Mateo 4:4).
©JRGA
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