Miseria de la literatura contemporánea
Uno de los signos más evidentes de la caída de una civilización es la decadencia de su arte y cultura.
En ese sentido, si los siglos XVIII, XIX y XX vieron nacer la música más excelsa que la humanidad haya conocido jamás, el siglo XXI no parece que esté en absoluto a la altura de los anteriores, al tiempo que el cine vive actualmente de reutilizar todo lo producido en el siglo pasado mediante remakes o segundas y terceras partes.
La literatura no es una excepción en ese declive. Mientras en el siglo XIX conocimos a los mayores novelistas de la historia de la literatura (Dickens, Stendhal, Hugo, Dumas, Verne, Tolstoi, Stevenson, Wilde, Wells, Dostoievski…), desde finales del siglo XX hemos visto como la calidad del panorama literario se ha degradado a unos niveles difíciles de imaginar sólo unas décadas antes.
Tomemos como ejemplo la que seguramente sea la obra española de mayor éxito en los últimos tiempos, y que comienza así:
“Un secreto vale lo que aquellos de quienes tenemos que guardarlo”.
Esta frase, absurda y mal construida, corresponde a “La sombra del viento” de Carlos Ruíz Zafón, con más de 25 millones de ejemplares vendidos en 36 idiomas diferentes. Podría pensarse que ese desafortunado inicio no es representativo del resto de la obra, pero lo cierto es que, más allá del entretenimiento que logre generar o de lo atractivo que su argumento pueda resultar para un público poco exigente, se trata de un libro de muy escasa calidad literaria.
Por desgracia, el caso de Zafón no es en absoluto excepcional: en España existen una miríada de escritores de calidad similar pero que también fueron aupados hasta lo más alto: Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Almudena Grandes, Rosa Montero, Maruja Torres, Juan José Millas, Elvira Lindo, Vicente Molina Foix, Lucía Etxebarría… y prácticamente cualquiera de los autores más famosos de finales del siglo XX y principios del XXI.
¿Por qué ha sucedido este fenómeno? En realidad, y más allá de los gustos particulares de la sociedad moderna, lo cierto es que en ello han tenido mucho que ver los intereses de la industria cultural, que por un lado ha hecho todo lo posible por censurar a los pocos buenos escritores que existen cuando políticamente han resultado demasiado críticos, y por otro se ha visto obligada a crear artificialmente el renombre de sus propios literatos ante la falta de talento general. El procedimiento para encumbrarlos siempre ha sido el mismo: una de las dos grandes editoriales de nuestro país, PRISA o Planeta, les concede aquellos premios creados o controlados por ellas (Planeta, Alfaguara, Nadal, etc.), y a continuación las televisiones, radios y periódicos propiedad de ambas editoriales se ocupan de su promoción mediática, elogiando la calidad del autor en cuestión o su buena acogida entre el público. Logran así generar en la audiencia la sensación de que la obra en cuestión es de la suficiente calidad como para que merezca la pena interesarse por ella y leerla.
Por desgracia poca gente se para a examinar críticamente la calidad real de los productos culturales que consume, y cuesta mucho señalar la mediocridad de un artista o intelectual cuando ya toda la sociedad le ha encumbrado. Como en el cuento de Andersen, son contadas las personas que llegan a ser capaces de darse cuenta de que el emperador va desnudo.
No obstante, los atentados a la literatura perpetrados por toda esta camarilla de pseudoescritores fueron en su día magistralmente señalados por los críticos del Círculo de Fuencarral, perteneciente al Centro de Documentación de la Novela Española y formado por gente como Manuel García-Viñó, Mary Luz Bodineau o Clandestino Menéndez. En su boletín mensual La Fiera Literaria (1995-2010) desarrollaron la llamada “crítica acompasada”, que consiste en ir haciendo anotaciones al compás de la lectura para poner de manifiesto “las faltas gramaticales, los errores de léxico, los atentados contra la lógica, la estética y el estilo y, hablando sin disimulo y casi podría decir que sobre todo, las vaciedades y las auténticas tonterías”, según las propias palabras de la revista.
Un ejemplo fue la genial crítica acompasada que en su día hicieron de La Sombra del Viento, pero hay muchas más, como por ejemplo de la obra de Javier Marías (más en particular de su libro Corazón tan blanco), la de Pérez Reverte (Ojos azules, El Sol de Breda o Corsarios de Levante), Antonio Muñoz Molina, Maruja Torres, Lucía Etxebarría o Almudena Grandes.
Por otro lado aquí nos hemos limitado a hablar exclusivamente del panorama literario español, que sirve como mero ejemplo de lo que también sucede en un mercado mundial dominado por las cinco mayores editoriales del planeta: Penguin Random House, Hachette, Macmillan, HarperCollins y Simon & Schuster. Es por ello que también se han realizado críticas acompasadas de escritores como Dan Brown, J. K. Rowling, Stieg Larsson o Elisabeth Kostova.
Por desgracia la razón siempre va a estar unos cuantos peldaños por debajo de la pasión, y aquellos que disfrutan de estas obras o admiran a sus autores no dejarán de hacerlo por mucho que se demuestre que no son como nos los han vendido... pero qué menos que conocer la calidad real de los productos culturales que nos entretienen.
©JRGA
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