La verdad
"... y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres".
(Jn, 8:32)
¿Qué es la verdad? Según la primera acepción de la palabra que usa la RAE, consiste en la “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente”. La verdad es, pues, la coincidencia entre la realidad y nuestras ideas acerca de ella; conocer la verdad de algo equivale a conocer su realidad tal cual es, sin velo ni distorsión alguna. Si bien es cierto que la verdad absoluta es una quimera, un ideal inalcanzable por definición (al igual que sucede con la perfección), estamos condenados a buscarla permanentemente si queremos seguir avanzando en nuestra comprensión del mundo.
Pero averiguar la verdad nunca es tarea fácil. Exige esfuerzo y dedicación, tanto más cuanto mayor sea nuestro deseo por acercarnos a ella. Por esa razón conviene disponer de algún tipo de "manual de instrucciones", unas reglas básicas que nos ayuden a avanzar lo máximo posible por tal camino, y que sea aplicable tanto para las cuestiones más familiares y cotidianas como para las más complicadas y profundas.
Podemos comenzar por las actitudes mentales favorables que necesitamos, y que son las siguientes:
1. Curiosidad por la verdad, lo que nos impele a querer buscarla. Sin el deseo de buscar la verdad no será posible encontrarla.
2. Eliminar los condicionamientos previos. Solemos tener ciertas ideas preconcebidas sobre prácticamente cualquier cuestión, lo que dificulta enormemente nuestro avance hacia la verdad. Por ello es necesario tomar conciencia de tales prejuicios y eliminarlos en la medida de lo posible, lo que nos permitirá encarar cualquier problema sin el obstáculo que supone que nuestra mente se encuentre predispuesta o inclinada de antemano hacia alguna opinión.
3. Humildad. Demasiado a menudo la verdad atenta contra nuestro propio ego. Por ejemplo, en un momento dado podemos descubrir que hemos estado engañados durante mucho tiempo acerca de alguna cuestión, o tal vez nos veamos obligados a dar la razón a algún adversario dialéctico con el que previamente habíamos discutido porque manteníamos una opinión diferente. En tales casos deberíamos tener la suficiente humildad como para dejar nuestro orgullo a un lado y asumir la verdad tal cual es, con deportividad e incluso agradecimiento. Richard Dawkins, en su obra El espejismo de Dios, cuenta lo siguiente sobre un respetado alto miembro del Departamento de Zoología de la Universidad de Oxford, donde estudió el propio Dawkins: “Durante años había creído apasionadamente y enseñado que el Aparato de Golgi (una característica microscópica del interior de las células) no era real: para él, era una fabricación, una ilusión. Cada lunes por la tarde, era la costumbre de todo el departamento escuchar una charla sobre alguna investigación de un conferenciante visitante. Un lunes, el visitante fue un biólogo celular estadounidense que presentó evidencias completamente convincentes sobre la existencia del Aparato de Golgi. Al final de la charla, el anciano profesor caminó vigorosa y altivamente hasta el frente del salón, le dio la mano al estadounidense y dijo: ‘Mi querido colega, deseo darle las gracias. Yo he estado equivocado durante quince años’. Nosotros aplaudimos hasta que nuestras manos enrojecieron”.
4. Pensar por uno mismo. Es imprescindible resistirse a aceptar acríticamente los razonamientos y pensamientos de los demás; muy al contrario, por el tamiz de nuestro propio pensamiento debemos pasar toda idea o punto de vista ajeno, decidiendo nosotros mismos si el mismo es válido o no, al tiempo que desarrollamos nuestras propias ideas y opiniones. Nuestro pensamiento, además, ha de ser siempre de carácter crítico, lo que significa que debemos poner en duda permanentemente cualquier afirmación, dogma o axioma, especialmente aquellos que la mayoría de la sociedad haya asumido por principio como ciertos.
5. Ecuanimidad. Conviene mantener una actitud lo más neutral posible hacia cualquier punto de vista o perspectiva, para que nuestra posible afinidad o antipatía no nos juegue una mala pasada.
6. Mantener la mente abierta. No debemos cerrarnos nunca a cualquier posibilidad, por disparatada que en principio pueda parecernos. Eso incluye ser lo suficientemente imaginativos como para plantearnos hipótesis novedosas y originales que puedan acercarnos a la verdad. Pero cuidado, también es conveniente mantener un mínimo de sentido común que nos evite caer en el error de tomar en serio posibilidades demasiado disparatas. Carl Sagan decía que “vale la pena mantener la mente abierta, pero no tan abierta como para que se te caiga el cerebro”. No obstante, en muchas ocasiones nos daremos cuenta de que la verdad reside precisamente en posibilidades que hasta ese momento nos parecían demasiado fantasiosas como para ser ciertas. Arthur Conan Doyle, en boca de su personaje Sherlock Holmes, decía: “una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, ha de ser la verdad”.
7. Ampliar la perspectiva. A la hora de examinar cualquier cuestión, debemos verla con la suficiente profundidad y con la máxima amplitud de miras. Esto implica atender tantos a sus detalles minúsculos como a sus mayores implicaciones.
8. Evitar las falacias mentales. En nuestras opiniones solemos ser víctimas de multitud de falacias lógicas, como por ejemplo asumir que algo es cierto o falso en función de quién lo defiende (falacia ad verecundiam). Hay cientos de falacias de las que debemos cuidarnos en la medida de lo posible.
Es conveniente cultivar estas ocho actitudes mentales en nuestro día a día, pero por sí solas no serán suficientes para encontrar la verdad. Será imprescindible hacer el esfuerzo de buscarla activamente, y para ello utilizaremos las siguientes seis herramientas:
1. Estudio. Es imprescindible estudiar lo más posible aquella cuestión sobre la cual deseamos conocer la verdad. En la práctica, el estudio implica recabar la mayor parte de los datos disponibles al respecto para intentar avanzar en la comprensión del problema.
2. Investigación. El estudio también implica necesariamente la tarea de investigar, al menos cuando sabemos que nos faltan datos o encontramos alguno concreto del que sospechamos que nos puede aportar nuevas pistas o perspectivas. En la actualidad, Internet nos facilita sobremanera la investigación, pero en ocasiones puede ser necesario acudir a fuentes cuyo acceso nos resulta más complicado (algún lugar concreto, o tal vez un libro difícil de encontrar).
3. Observación. Debemos estar siempre atentos a los detalles, por pequeños o insignificantes que nos puedan parecer, porque a veces tienen una importancia crucial a la hora de descubrir la verdad.
4. Acudir a las fuentes. Los datos no deben ser aceptados sin más, sino que es conveniente averiguar de dónde proceden, si la fuente es lo suficientemente fidedigna, o si un dato se ha podido distorsionar por el camino que siguió desde la fuente hasta llegar a nosotros. También resulta muy útil contrastar las fuentes para asegurarnos de la validez de los datos.
5. Debate. La mejor manera de poner a prueba la validez y solidez de una idea, opinión o perspectiva es siempre confrontarla con la contraria. No sólo nos sirve para tratar de comprobar si nuestra idea es la mejor o no, sino también para matizarla o corregirla cuando sea necesario hacerlo.
6. Meditación. Por último, pero no menos importante, es fundamental ocupar nuestro pensamiento en la cuestión sobre la que deseamos conocer la verdad, y meditar en profundidad sobre ella con el fin de avanzar en su conocimiento.
En definitiva, la búsqueda de la verdad constituye un trabajo complicado, duro, en ocasiones tedioso, y siempre lleno de trampas y problemas. Sin embargo, el resultado de tal esfuerzo merece la pena, porque es el más gratificante y placentero que podamos llegar a alcanzar: nada menos que el conocimiento y el saber.
©JRGA
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